Desafíos
futbolísticos.
Los desafíos
futbolísticos que celebrábamos de jovencitos eran de lo más variopinto que
imaginarse pueda. No había ni un solo jugador de los veintidós que saltábamos
al terreno de juego que llevara la indumentaria completa. Al que no le faltaba
la camiseta, le faltaba el pantalón; al que no le faltaba ni lo uno ni lo otro,
le faltaban las medias; el que tenía estas tres prendas, carecía de las botas…
¡Un desastre! Pero no era esto lo más grave: en un mismo equipo había camisetas
del Zaragoza, del Atlético de Madrid, del Español, del Real Madrid, del
Athlétic de Bilbao -éstas, no sé por qué, eran las que más abundaban-, y para
colmo de males, unos calzábamos zapatos, otros zapatillas, algunos botas de
tela, y, los menos, botas de fútbol. Y el caso es que no parábamos de pedirles
a los Reyes Magos, año tras año, que nos trajeran la equipación completa, pero,
o no sabían leer o eran muy puñeteros, porque siempre nos traían ropa de vestir
y material escolar. ¡Qué torpes! ¡Si eso ya nos lo iban a comprar nuestros padres!
Mucho subir escaleras, andar por los tejados y entrar por las ventanas con los
caballos… y luego no sabían traernos los regalos. Los desafíos se llevaban a
cabo en el “Olivar de Wichita”, donde actualmente está el IES Rey Don García;
en “La Salera”, cuando se jugaba al revés que ahora: del pueblo hacia la
Calavera, y detrás de la pared lateral del frontón, donde estuvieron colocadas
las pistas de tenis -este era el más utilizado-, y nos enfrentábamos equipos de
diferentes colegios, asociaciones y barrios: Los Leones contra la OJE; los
Maestros contra los Frailes; los de Wichita contra los de San Fernando…, y
entonces, los balones ya eran de cuero. Unos conseguidos gracias a “Juanito
Zahor”, el intrépido astronauta que recorría el espacio con una cuba de vino de
Rioja; otros gracias a “La Conquista del
Oeste” -nos poníamos morados de chocolate Zahor y Hueso para conseguirlos-, y
los demás, prestados por “buscatalentos”, que siempre los hubo. La rivalidad
que existía en estos partidos era tal -me río yo de los partidos de “alto
riesgo” de ahora-, que, en lugar de desafíos futbolísticos, deberíamos haberlos
llamado “guerras tribales”. Montábamos unos ciscos impresionantes entre
nosotros en todos los partidos, aunque, en alguna ocasión, cuando jugábamos contra
la OJE, todas nuestras furias iban contra su Presidente, don Alfredo, el
director del Colegio San Fernando, para vengarnos del martirio que nos hacía
pasar cada día, obligándonos a cantar el “Cara al sol”, colocaditos en hilera
de a dos, con los brazos estirados tocando el hombro del compañero, en el
pasillo del colegio. Es menester aclarar, empero, para que nadie se lleve a
engaño, que los desafíos futbolísticos causaban tantas bajas como las guerras
que librábamos a pedrada limpia en el cascajo, los de los Maestros contra los
de los Frailes, que como eran de orilla a orilla del río Najerilla y ninguno de
nosotros lo atravesaba, no hacíamos ni un puñetero “pique”.