Anoche me llamó tu hija Alicia para decirme que nos habías dejado, Amigo Gerardo. Y lo hizo porque últimamente asistía feliz a nuestros sinceros y emotivos abrazos, cuando ibas con ella paseando. Pero nuestro cariño viene de mucho más lejos. Siempre nos hemos querido y respetado; y así lo hemos manifestado públicamente en todas y cada una de las ocasiones en las que nos hemos encontrado. Y aunque sé que has sido un privilegiado: la parca vino a por ti sin haber estado años sufriendo en una cama postrado, siento muchísimo tu partida, porque ya no voy a poder darte nunca más un abrazo. No sé si hay un más allá; mas si lo hubiera, Amigo Gerardo, ojalá estés ya con tu bienamada Catali disfrutando del eterno descanso. Aprovecho estas líneas para decirte que me uno al dolor de todos los que te querían, y en especial, al de tus hijas Alicia y Adita, y al de tu hijo Gerardo. Descansa en paz, Amigo mío. ¡Te lo has ganado!