La incesante lluvia que
cayó -y sigue cayendo- antes de iniciarse la tradicional Cabalgata de Reyes, no
pudo con la ilusión de los niños y de sus padres, ya que toda la Calle Mayor y sus
aledaños estuvieron a rebosar de gente. Aunque el agua viene muy bien, fue una
lástima que lloviera tan copiosamente, porque ello deslució en gran medida el
arduo trabajo de los organizadores de la Cabalgata de Reyes, que este año tenía
otros muchos alicientes. Fue una pena no poder ver detenidamente a las
patinadoras, a los transportadores de carbón, a los romanos, a la Coral
Najerense… haciendo la Cabalgata mucho más grande. No obstante, he de decir que,
además de que la lluvia que cayó -y sigue cayendo- es oro para nuestro campo, nuestros
pantanos y nuestro aire, estuvieron repletos de gente todos los restaurantes y
bares. Tanto es así, que muchos najerinos nos vimos obligados a ir a cenar a
nuestras casas, porque no había ni una mesa en la que sentarse. Al margen de
polémicas, los najerinos demostraron, una vez más, que ciertas tradiciones no
puede cargárselas nadie.