Al presidente Sanz le
gusta sacar pecho siempre que puede, recordando a todo el mundo que «La Rioja
es la cuna del castellano». Y le gusta decirlo así, como suena, sin más
matizaciones. No importa que tal afirmación sea una falacia que exige ser
corregida inmediatamente para ajustarse mejor a la realidad, dando lugar a la
frase más exacta: «La Rioja es la cuna del castellano escrito». Tal como lo enfatiza a veces Pedro Sanz, da la impresión
de que, hace siglos, en España la gente hablaba poco menos que por señas, hasta
que aquí al lado, en San Millán de la Cogolla, unos monjes muy listos decidieron
un buen día inventarse el castellano para que los españoles pudieran
comunicaran verbalmente y para que, mil años más tarde, un dirigente político
de mente algo espesa y bastante inclinado al autobombo más ruidoso y aldeano,
se apropiara del supuesto invento de aquellos monjes y no cesara de vocearlo mirando
a los cuatro puntos cardinales:
- Eh, españolitos, ¡yeeeaaaah!: que sepáis que si ahora habláis
todos el castellano nos lo debéis a nosotros, los riojanos, que fuimos quienes
nos lo sacamos de la mollera hace la tira de siglos. ¿O qué os habíais
pensao?
Todas las
explicaciones que uno trate de desarrollar le resbalan al presidente Sanz. Y le
resbalan porque desmontan la secuencia de ideas que a él le interesa exhibir y
vender en el mercado de la aldea global, y que pueden encadenarse así: 1) La
Rioja es la cuna del castellano. 2) Él es el presidente del Gobierno de La
Rioja y por tanto le cabe el orgullo de reclamar para su Comunidad Autónoma la
paternidad de un idioma que actualmente hablan 500 millones de personas. 3)
Como el castellano se “inventó” en La Rioja, puede inferirse de ello que el
castellano, y su porfiada defensa, constituyen una de las señas de identidad de
los riojanos. 4) Esa seña de identidad es, junto al cultivo de la vid, la fabricación
y comercialización del vino, y algunas huellas de dinosaurios (?), lo que
permite individualizar a los habitantes de La Rioja y diferenciarlos de sus
vecinos castellanos, navarros o vascos. Ni más ni menos.
Siempre
que puede, el presidente Sanz vuelve al principio, como el perro vuelve a su
vómito, e insiste machaconamente en su idea simplista y sin matices: «La Rioja,
cuna del castellano». Y lo recuerda por activa y por pasiva, como si le fuera
la vida en ello y le faltara el oxígeno si no sale a la plaza pública a proclamarlo
y reiterarlo sin desmayo. Todo cambia, sin embargo, en cuanto se pone a hablar.
Entonces parece empeñado en apalear a nuestro idioma, cuando no en asesinarlo
con verdadera saña. El de Igea siempre incorpora a sus discursos las coletillas
que están de moda, la memez de última hora, el retruécano que han puesto en
circulación los más conspicuos analfabetos que pontifican desde los púlpitos
mediáticos sin que se les caiga la cara de vergüenza. En esas situaciones Pedro
Sanz ofrece unas piezas oratorias que parecen escritas por su peor enemigo,
dando de pronto la impresión de que todo su empeño se dirige a mostrar a su
obnubilada parroquia que él también está en la onda. Que él también sabe lo que
se cuece en el puchero de lo más in para no quedar out.
Vean,
si no, una pequeña y necesariamente
incompleta muestra.
Riojanas y riojanos. Pedro
Sanz parece haber sido acometido en los últimos tiempos por el síndrome
Ibarretxe, ya saben, los vascos y las
vascas, obviando que en nuestro idioma el género masculino ya engloba al
masculino y femenino. Decir riojanos incluye
a los hombres y a las mujeres que viven en nuestra tierra, no hace falta
especificarlo más y llenar los discursos de términos innecesarios.
La Rioja y España, los riojanos y los españoles. Uno oye a
Pedro Sanz y llega a preguntarse si es que, para él, La Rioja y España son dos
países distintos y los riojanos no somos también españoles, como manifiestan algunos
dirigentes vascos y catalanes. Con ese afán que muestra Sanz a veces por encaramarse
en lo más alto del campanario de la aldea para gritar que somos diferentes (como
si fuéramos nacionalistas riojanos con mala conciencia de serlo), cae a menudo
en el ridículo, en el despropósito y en la caricatura. ¿Tan difícil es decir “La
Rioja y el resto de España” o “Los riojanos y los demás españoles”? Pues parece
que sí. Y no hay más que escuchar de vez en cuando a nuestro máximo dirigente para advertir lo complicado que debe resultar para él.
Lo que es. Esta coletilla no se
le cae de la boca a nuestro presidente desde hace muchos años: “Lo que es la
dignidad del cargo”, “Lo que es nuestra aspiración”, “Lo que es el compromiso
de mi Gobierno”, etc, etc. Parece que se
la copió al modorro de Jaime Mayor Oreja, que plagaba sus alocuciones y sus respuestas
en las entrevistas que le hacían con machacones “Lo que es”.
Decir, manifestar, comentar…
Pedro Sanz parece olvidar en muchas ocasiones cómo se construyen los enunciados
de forma gramaticalmente correcta. Vale que en el habla popular se empleen
giros que dejan a las frases desprovistas de su andamiaje más elemental, pero
¿cómo todo un presidente de Gobierno autonómico puede soltar impunemente una
frase que empieza con el verbo en infinitivo como “Manifestar nuestra repulsa
por este nuevo asesinato”, en lugar de “Manifestamos nuestra repulsa”, o “Queremos
manifestar nuestra repulsa”? O bien: “Y ya solo añadir que”, en lugar de “Y ya
solo hay que añadir que…”
Apostar. La Rioja parece a
veces una timba perpetua donde sus dirigentes políticos, con el primer
mandatario a la cabeza, están siempre hablando de apostar por esto o por lo otro. Pones la radio y les oyes decir,
por ejemplo: “Nosotros apostamos por la solidaridad con las demás regiones”. O
bien, “De modo que estas son nuestras apuestas”. Recuerde el presidente Sanz la
riqueza de nuestro idioma, que no cabe confundir apuestas con propuestas,
y que aún le quedan en la recámara hermosas palabras tan expresivas como iniciativa o baza: “Estas son nuestras bazas, y ahora les propondremos nuestras
iniciativas”, etc. Y frente al verbo apostar
por, ahí van algunas alternativas para que enriquezca sus discursos: abogar por, decantarse por, defender, inclinarse
por, mostrarse a favor de, patrocinar, propugnar,
respaldar.
Poner en valor: La
última sandez para bobos que no se le cae de la boca a Pedro Sanz y que aparece continuamente en sus
manifestaciones: “Queremos poner en valor nuestra región”, “Apostamos por poner
en valor nuestros productos”, etc. Con lo fácil que sería emplear verbos como destacar, ponderar, subrayar o revalorizar.
Referente. Esta coletilla le
pirra a nuestro presidente y le hace salivar de gusto. De ahí salen frases como
ésta: “La Rioja quiere ser un referente para el turismo de calidad”. Podría
alternar referente con los términos ejemplo o modelo: “La Rioja aspira a ser un modelo (o ejemplo) de
buena gestión de los recursos agrícolas”, etc. La alcaldesa de Nájera, Marta
Martínez, ilustre imitadora de su amado presidente, muestra una particular
afición a hablar continuamente de referentes,
y si no escúchenla con atención la próxima vez y verán con qué alegría larga la
palabrita de marras.
En su conjunto. La
expresión les vuelve locos a los dirigentes
populares, y con ella construyen frases huecas y pedantes de este estilo
de “La sociedad española en su conjunto” como si diciendo sólo “La sociedad
española” no quedara suficientemente claro. Alumno aventajado de José María
Aznar y de Mariano Rajoy, nuestro presidente no se recata a la hora de hacer
suya tan infame y perversa expresión, y se lanza alegremente a hablar sin
desmayo de “La sociedad riojana en su conjunto”, de “La industria riojana en su
conjunto” y de todos los conjuntos que se le pongan por delante.
Retos: Antes, para referirse
a estrategias a largo plazo se hablaba de objetivos,
pero ahora no se cansa el presidente de hablar permanentemente de retos. Como si alguien le estuviera
echando un pulso o desafiando a cada momento: “Nuestro reto es corregir el
déficit”, “Tenemos un reto, que es aumentar nuestra productividad”, “Ese es el
reto más importante que tenemos por delante: salir de la crisis”. Sustituyan reto por objetivo y verán cómo las frases ganan en expresividad, claridad y contundencia.
Son
sólo algunos ejemplos que ilustran una forma de hablar mediocre y ramplona,
inaceptable en un político medianamente
cultivado.
Ya
puede seguir el presidente Sanz repitiendo hasta agotarse eso de que “La Rioja
es la cuna del castellano”. Pero, para ser honrado, debería añadir a esa
coletilla esta otra: “Y yo soy uno de los riojanos que más está contribuyendo a
ensuciarlo, desvirtuarlo y destrozarlo”.
Sempronio Graco Continuará