A finales del año 2010, el presidente del
Gobierno de La Rioja, Pedro Sanz, la senadora Francisca Mendiola y la alcaldesa
de Nájera, Marta Martínez, anunciaron que derribarían el Silo de Wichita antes
de un año. El anuncio del derribo provocó que el 20-1-2011 apareciera en el
periódico La Rioja un artículo en el que, entre otras cosas, decía “que la
legislación actual convierte el gran caserón en un potencial peligro. Con
riesgo, además, de explosión. Según la normativa ATEX, el edificio no cumple la
legislación sobre explosivos. Y es que el polvillo del cereal, como bien saben
los agricultores, es altamente inflamable. Esa es la verdadera razón por la que
se plantea el derribo del popular silo de Nájera”. Aseveración totalmente falaz
–si fuera cierta tendrían que estar todos en la cárcel-, porque después de casi
cuatro años aún sigue en pie, a pesar de tener una Guardería al lado. Lo cierto
es que alguna excusa tenían que buscar, ya que unos años antes los socialistas
tuvieron que tragar carros y carretas por proponer lo mismo que ellos. En el
Programa de las Elecciones Locales 2011, el Partido Popular de Nájera incluyó
el derribo del Silo para construir en el solar resultante “una nueva zona de
ocio en los Barrios Altos, con parque de mayores y de niños, circuitos de paseo
y un edificio acristalado”. –El Partenón de Atenas, que decía yo.- Y hace unos
días salió publicado su derribo inminente. -En el mes de Agosto, concretamente.-
Y es aquí donde quería llegar yo. ¿Por qué hemos de derribar el Silo? ¿No es un
edificio susceptible de conservar? ¿No debería celebrarse antes un referéndum? Aunque
en 1953 terminó el periodo de racionamiento en España, los Silos siguieron
teniendo una gran utilidad. Tanto es así, que siguieron construyéndose durante
casi dos décadas más, llegándose a contabilizar en el territorio nacional casi
550 silos de distintos tipos, superando los 850 en 1970. Muchos de ellos,
incluido el de Nájera, los construyó el constructor najerino, Alejandro Hervías
García, y era lo primero que todos nosotros veíamos antes de llegar a los
pueblos. Esta red de almacenamiento de cereal era propiedad del Ministerio de
Agricultura y estaba gestionada por el SENPA –siempre me chocó que antes de la
P no fuera una M, como me había enseñado mi bienamado Maestro Don Emilio:
“Antes de B y P, M”- que tenía como misión controlar la producción y
distribución de los productos agrícolas y, sobre todo, regular los precios.
Pero, cuando en 1986 España entró en la UE el mercado del trigo se liberalizó y
el Senpa quedó supeditado al Fondo Europeo de Orientación y Garantía Agrícola
(Feoga) y a las directrices de la política agraria europea, a través del Fondo
Español de Garantía Agraria (Fega). Creo honradamente que estos edificios de
los años 50 del siglo pasado deberían conservarse a toda costa, no ya por su
valor patrimonial, sino por su aportación a la memoria de aquellos años. Como dijeron
los miembros de un Colegio de Arquitectos de España: "El mantenimiento de
los Silos contribuiría a mantener la huella histórica de las actividades que
conformaron esos espacios. Además, la rotundidad racional de la construcción de
los Silos les confiere una dimensión icónica que la identifica con el paisaje
de su entorno". ¡He aquí un interesante debate!