En esta ciudad en la que nos ha tocado en
suerte vivir, raro es el día que no te encuentras con alguna trampa mortal en las
calles, plazas, caminos o descampados por los que pasas para trabajar o pasear.
La que cuelgo hoy se encuentra en el otrora precioso e idílico “camino de las
huertas”, convertido hoy en un erial. Aunque en la fotografía no se aprecia
bien, este registro con la tapa quitada encierra un doble peligro. Uno: que
está a ras de tierra, a escasos cincuenta centímetros del camino, y puede
caerse cualquier paseante despistado. Y dos: que tiene unas tentadoras
escalerillas de hierro, irresistibles para cualquier chaval. Si a alguno de
ellos le diera por jugar a bajar y subir por ellas, y resbala, podemos darlo
por desaparecido: el registro tendrá dos metros y medio de profundidad, y por
el enorme tubo que conduce las aguas fecales de toda la parte nueva de la
ciudad a la EDAR, baja un gran caudal. Y aunque os parezca mentira, lleva así
desde el pasado temporal.