Me he quedado esta
tarde, Josemari, Amigo mío, cuando me han dicho que te habías muerto. Y ahora
mismo, mientras tecleo esto, aún no puedo creerme que sea cierto. Sé que nada
podemos hacer contra esto. Pero es una injusticia terrible que nos deje tan
pronto un hombre tan bueno. Tuve el privilegio de conocerte y tratarte desde
pequeño, y puedo decir a los cuatro vientos, que has sido parte fundamental de
este pueblo. Aunque sé que si existe el Cielo ya estás en Él, quiero poner en
tus labios ya yertos, los últimos versos que escribió Don Miguel de Unamuno: “Agranda
la puerta, Padre, porque no puedo pasar. La hiciste para los niños, yo he
crecido a mi pesar. Si no puedes agrandarla, achícame, por piedad; vuélveme a
la edad aquella, en que vivir es soñar." ¡Así sea, Amigo mío!