Cumpliendo
la promesa que en su día me hicieron la Arquitecta y el Arquitecto Técnico
Municipal, y el Director del Museo, Javier Ceniceros, el Monumento
conmemorativo de la aclamación y el acatamiento del rey de Castilla, Fernando
III “El Santo”, por el Concejo y el pueblo de Nájera, el 1 de Mayo de 1218, ha
sido rehabilitado tal y como fue erigido en el año 1843. Lo que confirma lo que
ya os adelanté: Que ahora, entre el empedrado del suelo, la peana y el trozo de
cuello que le faltaba, mide casi tres metros más de alto. Se da la
circunstancia de que muchos najerinos creen a pies juntillas que el Monumento
acababa con una bola (“parecida a un balón”, dicen), y que ahora han puesto “un
adorno”, ¡y no es así! Como ya ha quedado dicho, se ha montado al pie de la
piedra. Otra queja generalizada por los “Sénecas del pueblo”, es que “no hay
derecho a que en un monolito de doscientos años pongan piedras nuevas, como si
fuéramos tontos”. Pues tampoco en esto llevan razón. Cuando le colocaron la
fuente con los dos pilones postizos al Monumento, “los ingenieros” que lo hicieron, para
poner un tubo de hierro, hicieron una roza en la piedra de más de veinte
centímetros de ancho, por un metro y pico de alto. Y cuando “otros ingenieros”
pasaron por esa zona las tuberías de las aguas fecales o limpias (de boca),
destrozaron una esquina entera de la peana. Finalmente, cuando un airón rompió
el cuello del Monumento, por razones que desconozco, “otros ingenieros”
decidieron que lo mejor era colocar “la bola”, encima del trozo de cuello que
había quedado, que es como lo hemos conocido todos. Por tanto, “Sénecas del pueblo”, si han de reconstruirlo tal como era, por fuerza han de poner piedras
nuevas. Pero no os apuréis que aún queda por hacer la labor más importante de todas: ¡La de los
picapedreros!