Ayer por la mañana, una
treintena de najerinos y najerinas tuvimos el privilegio de conocer in situ las
hermosas y terribles cartas que el gran Poeta Miguel Hernández le escribió a su
bienamada esposa, Josefina Manresa, desde que comenzaran el furtivo noviazgo,
hasta que falleció en la enfermería de la cárcel de Benalúa el 28 de Marzo de 1942,
con tan sólo treinta y un años. Además de recitar y cantar magníficamente las cartas de Miguel
Hernández y algunos de sus desgarradores poemas, la Compañía Zarándula Teatro
nos confesó cómo se hicieron con ellas. Todo comenzó una tarde de los años
ochenta, tomando un café con pastas en casa de Josefina Manresa, mientras la
interrogaban sobre la vida privada del Poeta. Ese café con pastas se repitió al
día siguiente, y al otro, y al otro, hasta que una tarde, Josefina les dijo que
la excusaran, se levantó y se dirigió a una habitación de la que volvió con una
caja de hojalata, y éstos dijeron: ¡qué bien, más galletas!; pero su contenido
no era ese, sino todas las cartas que Miguel Hernández le había enviado a
Josefina. Tras copiarlas cuidadosamente, rehicieron la obra que hasta entonces
representaban, y quedó la que a todos los que asistimos ayer al Claustro de
Santa María La Real nos hizo llorar de pena y de rabia. Entre los poemas
recitados estaban estos: “Morena de altas torres/, alta luz y altos ojos/,
esposa de mi piel/, gran trago de mi vida/, tus pechos locos crecen hacia mi/
dando saltos de cierva concebida/”. “He poblado tu vientre de amor y
sementera/, he prolongado el eco de sangre a que respondo/ y espero sobre el
surco como el arado espera/: he llegado hasta el fondo/”. “Vientos del pueblo
me llevan/, vientos del pueblo me arrastran/, me esparcen el corazón/ y me
aventan la garganta/”. “La cebolla es escarcha/ cerrada y pobre/: escarcha de
tus días y de mis noches/. Hambre y cebolla/: hielo negro y escarcha/ grande y
redonda/. En la cuna del hambre/ mi niño estaba/. Con sangre de cebolla/ se
amamantaba/. Pero tu sangre/ escarchada de azúcar/, cebolla y hambre/”. “Riéndose,
burlándose con claridad del día/, se hundió en la noche el niño que quise ser
dos veces/: No quise más la luz. ¿Para qué?/ No saldría más de aquellos
silencios y aquellas lobregueces/. Quise ser/… ¿Para qué?/... Quise llegar
gozoso/ al centro de la esfera de todo lo que existe/. Quise llevar la risa
como lo más hermoso/. He muerto sonriendo serenamente triste/”. “Pintada, no
vacía/: pintada está mi casa/ del color de las grandes/ pasiones y desgracias/.
Regresará del llanto/ adonde fue llevada/ con su desierta mesa/ con su ruinosa
cama/. Florecerán los besos/ sobre las almohadas/. Y en torno de los cuerpos/
elevará la sábana/ su intensa enredadera/ nocturna, perfumada/”. Una vez
terminado el recital poético musical, los miembros de Zarándula Teatro nos
ofrecieron un vermú riojano con olivas y patatas. Siempre he amado a Miguel
Hernández, pero desde ayer, lo amo mucho más. https://www.youtube.com/watch?