Que todo acto tiene una consecuencia, es
algo que todo el mundo debería saber. Pero nuestros arrogantes gobernantes, ni
lo saben, ni lo quieren aprender. Cuando comenzaron el corral de vacas del que
tanto presumen -vino casi todo el Gobierno de La Rioja a inaugurarlo-, se
sucedieron el derrumbe de la muralla de la primera era, la caída de rocas, la
inundación de una bodega y el derrumbe de la muralla por segunda vez. Todo ello
ha sido anunciado y denunciado aquí. Es más, anuncié que la peña que está justo
debajo de la segunda era se va a caer entera. ¡Al tiempo! Pero hay otras
consecuencias que nunca quise anunciar ni denunciar, para que nadie me acusara
de dar ideas. Y son las que desgraciadamente están ocurriendo en la actualidad.
Urbanizar esa zona, además de ser un atentado contra el Patrimonio Artístico y
Arqueológico de nuestra otrora importantísima ciudad, es dar pie a que los
“graciosos” del pueblo se adueñen de ella, y los vecinos de la calle San Jaime
se tengan que marchar. Me explico. Los vecinos de las casas que ilustran esta
entrada, no van a poder levantar las persianas ni abrir las ventanas en todo el
verano, porque si lo hacen, van a ser objeto de miradas obscenas, y no van a
poder dormir por el griterío del personal. Y los del resto de la calle, aunque
están libres de miradas obscenas y de conversaciones y gritos, no van a ganar
para sobresaltos -o accidentes graves- cuando comience la “fiesta” de lanzar
botellas vacías a los tejados, después del botellón, tal y como está ocurriendo
ya. Ante tan injusta y preocupante realidad, cabe preguntarles a nuestros
irresponsables gobernantes: ¿y ahora qué? ¿Cómo lo van a solucionar? ¿Van a
tener allí día y noche a la Policía Municipal…? ¡El tiempo nos lo dirá, porque
ellos no lo harán jamás!