Una de las consecuencias del error
histórico de demoler el Silo, ha sido la aparición de una antena de telefonía
móvil en el solar adyacente a los edificios de la calle Olivar. Desconozco si
se va a quedar ahí toda la vida, o solo está provisionalmente. Sea como fuere,
se quede ahí o se traslade a otro lugar del pueblo –algunos apuntan la Casa de
Cultura-, he de decir que científicos de todo el mundo coinciden en
que están demostrados los efectos
adversos no térmicos, provocados en los seres humanos por las radiaciones
electromagnéticas generadas por las estaciones de telefonía móvil, como
cefaleas, insomnio, alteraciones del comportamiento, ansiedad, depresión,
cáncer, leucemia infantil, alergias, abortos, enfermedad de alzhéimer,
malformaciones congénitas, etc. Dichos efectos están en relación con la
potencia de emisión recibida, y con la duración de dicha exposición. Y es importante advertir, que la radiación
electromagnética, atraviesa las paredes. Por lo que lo más prudente, sería
instalarlas fuera de nuestras ciudades y pueblos. Tanto es así, que el
Parlamento Europeo, en el Pleno celebrado el 2 de Abril de 2.009, aprobó la
resolución de la Comisión de Medio Ambiente, sobre “salud y campos
electromagnéticos”, nada menos que por 559 votos a favor, 22 en contra y 8
abstenciones. El informe elaborado por
la eurodiputada liberal belga, Frédérique Ries, constataba, bajo el peso de la
evidencia científica, los efectos biológicos de la “contaminación
electromagnética” y los posibles efectos sobre la salud, derivados de una
exposición residencial, tal y como ya ha sido expuesto. Recientemente,
muchos países y ciudades como Suiza, Italia, Suecia, los Países del Este -que
llevan décadas investigando este tema-, ciudades Australianas, la ciudad de
Toronto -en Canadá-, Salzburgo –Austria-, y últimamente algunas ciudades
españolas, han establecido normas que
obligan a situar las antenas a 100, 200 e incluso 500 metros de lugares
habitados. Y eso que estas normas establecen niveles de exposición para
seres humanos muy inferiores a los que se permiten actualmente en España. Y
hacen especial hincapié en apartar este tipo de instalaciones de colegios y residencias geriátricas, ya
que algunos estudios científicos sugieren que niños y ancianos pueden ser los
más afectados por una exposición
continuada. No obstante, he de decir, obligado estoy a ello, que
también existen científicos que proclaman su inocuidad. Sin embargo, sobre esto no
existe ningún informe que lo acredite.