He aquí a mis queridos Músicos, el alma de las fiestas de San Juan. |
Hoy hemos dado las Vueltas como en los mejores tiempos. Hemos sido respetuosos con los niños y con los Músicos; hemos cantando y bailado hasta caer rendidos; hemos bebido todo lo que hemos querido (el día invitaba a ello), y nos lo hemos pasado de lo lindo. Después de terminar de dar las Vueltas (¡qué pena da!) en la Plaza de España, a las cinco en punto de la tarde, hemos estado por los bares de la zona hasta la hora de la cena, que es cuando os escribo esto.
Mañana toca enterrar a nuestra querida “Venancia”, dando por finalizadas estas benditas, hermosas, maravillosas, incomparables, únicas fiestas. Y he de deciros que para mí es muy especial este acto tan triste, festivo y emotivo a la vez. Triste, porque además de que se acaban las fiestas, me trae recuerdos de gente hermosa a la que he perdido. Festivo, porque al ser el último día de fiestas, echas el resto en todo el recorrido. Y emotivo, porque cuando la Peña Malpica, acompañada por todo el pueblo, canta eso que compuso mi bienamado padre Benedicto: “Adiós, San Juan y San Pedro; adiós, mis queridas Vueltas; qué triste se queda el pueblo, Venancia, pues se acabaron las fiestas…” no puedo evitar que broten amorosas y agradecidas lágrimas de mis ojos. Pero enseguida me repongo. Y, mirando al cielo, digo con visible alegría: ¡Ya falta menos, Benedicto!