Lo que voy a colgar hoy solo ocurre en esta desgobernada ciudad. Resulta
que a la familia que todos los najerinos conocemos como “Los Belias” –el
verdadero apodo es “Evelias”, por el nombre de la abuela-, le envió el
Ayuntamiento una orden de derribo del primer taller de carpintería que hubo en
Nájera, por tener parte del tejado hundido. -O sea, como todo el casco
antiguo.- Como algunos de ellos viven fuera, se retrasó un poco la cosa y
recibieron otra notificación en la que se les apercibía de que si no derribaban
el taller en 48 horas, lo haría subsidiariamente el Ayuntamiento. -O sea, lo
que le han dicho a cientos de najerinos y ninguno de ellos ha cumplido hasta la
fecha.- Luis, al recibir la notificación, se dijo: “¿48 horas? ¡Ahora mismo
llamo a mi sobrino y que lo derribe!” Y así lo hizo. Hasta aquí todo normal. La
sorpresa fue que siendo el único najerino que cumple lo que le ordenan –no lo
cumplen ni los mismos que nos desgobiernan- le llega, ¡ojo al dato!, una
denuncia de 400 euros del Ayuntamiento por derribarlo sin licencia. Por si esto
fuera poco, ahora, después de haberse gastado 5.000 euros en derribarlo, y 400
en la denuncia, le obligan a tirar la tejavana del portal de acceso a las
casas. No a limpiarla, sujetarla o arreglarla, no; a tirarla. Y todo porque ha
delimitado -como es lógico- el terreno que ocupaba el taller, porque es de su
propiedad, y el Ayuntamiento quiere tenerlo expedito porque algún día pasará
por ahí la carretera de Peñaescalera. -¡Creo que mis hijos no lleguen a verla!-
Si le obligan a tirarla, Celia -una señora mayor con una discapacidad del
setenta por ciento- no podría salir de casa, porque es el único sitio que tiene
con sombra. Increíble pero cierto: Caciquismo de pata negra.