Cuando los asistentes a la “III
Bajada del Najerilla”, celebrada por los Amigos de la Historia Najerillense el
pasado domingo, llegaron a la “Chopera del tordo” y me vieron, cámara en
ristre, en la otra orilla del río -había hecho el recorrido con ellos-, se
quedaron perplejos: ¿Cómo era posible que yo hubiese cruzado el río Najerilla
sin mojarme, si cubría casi entero? Pues muy sencillo: Jesús Nalda me dejó un
flotador de los que usábamos de pequeños, y, montado en él, me encomendé a la
destreza de Valero Ojeda, que hizo de mi barquero.