El edificio número nueve de la calle
Villegas, en cuyo bajo tuvo durante un montón de años su Taller de motos el
inolvidable Elías Maestresala, está a punto de desaparecer. Cuando yo lo conocí (teníamos una relación muy
estrecha), tenía tanto trabajo, que le ayudaban, su hija Oli, primero, y su
hijo Manolo, después. (También su hijo Tirso, hizo sus pinitos allí.) En
aquellos años, los setenta, casi todos los najerinos y los habitantes de los
pueblos vecinos tenían una Mobylette, que era la marca de ciclomotor que él
representaba. Por lo que tenía trabajo a patadas. Ver trabajar a este gran
najerino era una auténtica gozada: Era chistoso, jocoso, abierto y directo, y
si alguien no hacía lo que él le ordenaba, no le arreglaba la moto. Recuerdo
como si fuera ahora mismo, que a todos sus clientes les aconsejaba echarles a
las motos gasolina con bardahl, que era un aceite que solo vendía yo en el
surtidor de gasolina que tenía junto al Restaurante “Las Pericas”, y que era
algo más caro que el de bidón o el repsol. Cuando alguien iba a su taller a
arreglar la moto, nada más verlo aparecer por la puerta con ella en la mano, le
preguntaba: “¿Le echas gasolina con bardahl?” Si el cliente decía que sí, no
pasaba nada. Mas si decía que no, pegaba un sonoro juramento y le espetaba: “¿No
te he dicho mil veces que le eches gasolina con bardahl?” ¡Pues ahora te jodes,
que no te voy a arreglar la moto!” Además de su Taller, en ese trocito de calle
se encontraban un almacén de coloniales; dos tiendas de ultramarinos, un taller
de talla y otro de carpintería, una fábrica de hielo y gaseosas, una herrería,
un almacén de frutas, una zapatería…, pero esa es otra historia que ya os
contaré otro día. Lo que me interesa hoy, es dejar constancia de la
desaparición de otro trocito de nuestra Historia.