Después de media docena
de años denunciando la peligrosa situación del añoso plátano muerto que preside
el segundo Paseo de San Julián, el que va desde la carretera del tercer puente
hasta la compuerta del molino del mismo nombre, nuestros gobernantes han caído
en la cuenta de que algo había que hacer con él. Según parece, en lugar de
talarlo, han decidido descargarlo de sus pesadas ramas para hacer una escultura
en su tronco. Me alegra mucho esta postura: sería un gran error haberlo perdido
del todo. Pero me preocupa, empero, el tipo de escultura que vayan a hacer. Espero
que sea alusiva a ese maravilloso entorno que nuestros antepasados nos legaron
para que nosotros, a su vez, se lo leguemos a nuestros descendientes, cuidado y
mejorado, a pesar de haberle robado ya una parte muy importante de arbolado. Y
mi preocupación no es infundada: para nuestros gobernantes, la Naturaleza nunca ha
sido un bien a proteger.