Parece que fue ayer cuando abrí el blog, y
ya han pasado cinco años. Cinco años que, en el Cantor, son como cincuenta de
corresponsal en cualquier otro medio. En estos cinco años que me habéis
permitido estar con vosotros, he tenido de todo: Penas, alegrías, satisfacciones,
frustraciones, ilusión, desencanto, esperanza, desesperanza, elogios, amenazas,
comprensión, incomprensión, tolerancia, intolerancia, cercanía, desprecio, gratitud,
ingratitud, calor y altercados serios. Pero la suma de todo hace que pueda
deciros alto y claro, “que este blog no
se cerrará por más voceros que me envíen a decirme que si no lo cierro me
arrancan la cabeza”. Porque como decía mi admirado Gibran: “Pueden cubrir el tambor, pueden aflojar
las cuerdas de la lira, pero, ¿quién impedirá cantar en el cielo a la alondra?”
Así quiero y deseo que sea: ¡Que no
calle el cantor, para que no calle la vida! Sólo vosotros, quienes me
seguís a diario, podéis acallar esta voz. Basta con que lo digáis, y
desaparecerá para siempre el Cantor. Pero si lo que deseáis es seguir
conociendo la otra versión de las noticias; sabiendo lo que se cuece a
escondidas, y enterándoos de lo que oficialmente no es noticia, aquí estaré yo,
dispuesto a seguir siendo vuestro mensajero, y el azote de sus conciencias. Muchísimas gracias a todos por haberme permitido compartir con vosotros
todas estas experiencias.