«AHORA
DEBERÍA PASARNOS ALGO BUENO»
Esta Escena ha sido
compuesta dos días antes de conocerse los resultados de las elecciones del
domingo día 24, de modo que Sempronio Graco escribe ignorando si Pedro Sanz obtendrá
una mayoría absoluta que le permita gobernar sin cortapisas, o bien se quedará
a algún escaño de conseguirlo, lo que le obligaría a pactar con algún otro
partido, el que sea. El actual presidente en funciones ya se dejó decir que si
ocurría esto último él tiraba la toalla y se iba tranquilamente a su casa. Pero
a Sempronio le cuesta creerlo. El poder es muy adictivo, y quien lo ha ejercido
de manera casi dictatorial durante los últimos veinte años no parece que será
capaz de renunciar a degustarlo una vez más, a disfrutar con los privilegios
inherentes a su ejercicio y a gozar mandando a sus disciplinados subalternos
(que en realidad somos todos los riojanos), y viendo cómo éstos le obedecen tan
ciega y servilmente como acostumbran. Disfrutar de un poder casi omnímodo debe
ser un placer apenas comparable con ningún otro. Y más en el caso de nuestro
hombre, que lo ha detentado a lo bestia, sin ser apenas molestado y controlado
en sus abusos por una oposición temblorosa, acoquinada y sin pulso.
A Sempronio Graco le han reprochado
algunos conocidos su obsesión con Pedro Sanz, la reiteración en dirigirle cada
lunes sus dardos desde estas Escenas que no siempre han sido bien comprendidas,
dado que a menudo han mezclado realidad y ficción, ironía y cabreo, insinuación
y contundencia, mientras ha consentido en no hacer sangre con otros
protagonistas de la realidad política que nos tocaban más de cerca, como doña
Marta Martínez, hija putativa e ideológica de nuestro primer mandatario,
hechura suya y sierva obediente y disciplinada en el acatamiento y cumplimiento
de las consignas presidenciales.
Tienen razón los críticos de Sempronio
al reprocharle su fijación con Pedro Sanz y su abandono de otros objetivos.
Tanta razón, que el asunto merece ser explicado.
Afirmamos que Pedro Sanz ha
ejercido un poder casi dictatorial durante los últimos veinte años porque, para
empezar, él, como presidente del PP en esta región, ha decidido quiénes iban en
las listas que han ido concurriendo a las diferentes elecciones celebradas en
las últimas décadas y en qué orden. O sea, él ha tenido la potestad de decidir
quién iba en puestos de salida y quién no. Como además esto se enfocaba como
una especie de premio a los que le demostraban su lealtad personal, ahí tenéis
desde hace años a una legión de estómagos agradecidos dispuestos a callarse
en todos los casos y a no ejercer la menor crítica a los comportamientos
y abusos de su jefe de filas. Y todo ello como resultado de la estructura
piramidal, jerarquizada y antidemocrática de los partidos políticos, no sólo
del PP sino también del PSOE y los otros, lo que ha venido otorgando a los
diferentes líderes (en unos casos presidente del Partido en la región, caso de
Pedro Sanz, y en otros secretario general, caso, por ejemplo, de Quico Martínez
Aldama entre los socialistas) un instrumento de dominio para escoger, no a los
más preparados y capaces sino, habitualmente, a los más dóciles, pusilánimes y
leales al jefe, siempre dispuestos a secundarle, a jalearle y a no cuestionar
sus decisiones jamás, porque si se hacían notar ya sabían que serían
descabalgados y arrojados del banquete del poder. El asunto aún tenía un pase
cuando se trataba de alcaldes y concejales, aunque no olvidemos que cada
alcalde con mayoría absoluta tendía a repetir a escala pequeña el modelo dictatorial
y abusivo implantado por Pedro Sanz a escala regional. El asunto resultaba más
indigesto cuando los premiados con un puesto bien remunerado eran diputados autonómicos
y el resultado de las elecciones otorgaba la mayoría absoluta a los populares.
Entonces se producía una clara interferencia del poder ejecutivo (Pedro Sanz y
su Gobierno) en las funciones del legislativo (Parlamento regional, con una
mayoría de diputados populares prestos a obedecer las consignas de su líder,
doble presidente del Gobierno y del Partido), con lo que la división de poderes
propia de una democracia consolidada se convertía en papel mojado. Si a eso se
añaden las denunciadas presiones ante el poder judicial para recibir un trato
de favor en los escandalosos casos de corrupción de los populares que han ido saliendo a la luz, está todo dicho.
Pedro Sanz ha abusado vilmente de
su omnímodo poder a lo largo de todos estos años. Ha colocado a dedo, en
puestos remunerados, a militantes de su partido, ha repartido subvenciones a
los suyos, ha negado el pan y la sal a sus adversarios políticos y ha implantado
una caricatura de régimen totalitario donde ha controlado todos y cada uno de
los resortes de la sociedad civil y donde ha impuesto la venganza y el castigo
a adversarios y disidentes de otras formaciones políticas. Esto lo ha hecho
amenazando con echar del puesto de trabajo al que se significaba con sus
críticas, con retirar las ayudas a los dependientes y con hacerle la vida
imposible a quien levantaba la voz. Y si se ha mantenido en el Gobierno,
ganando por goleada una elección tras otra, es porque ha creado un formidable
aparato propagandístico que no ha cesado
de cantar sus alabanzas y de silenciar o atenuar sus desaguisados, y porque ha
mimado el caladero de votos provenientes de los estamentos sociales menos
ilustrados y más manipulables, como son la mayoría de las personas mayores
alojadas en residencias para ancianos, y sus familias. Ahí se ha saciado de
cometer abusos y de barrer para su causa
de manera escandalosa.
Hay una película estadounidense del año 2000,
protagonizada por Mel Gibson y Helen Hunt, una de esas comedias que, pese a ser
inofensivas y algo tontorronas, contienen al menos una idea aprovechable La
película se titula «¿En qué piensan las mujeres?», y en esencia se reduce a lo
siguiente: Después de sufrir un accidente doméstico con un secador en la
bañera, un engreído y egocéntrico publicista de Chicago se da cuenta de que
puede escuchar los pensamientos de las mujeres. Pues bien, en esta Escena de
hoy, Sempronio imagina que le ha caído una paellera en la cabeza y que a
resultas del golpe, y como secuela inesperada del mismo, es capaz de oír lo que
piensa el presidente Sanz, incluso estando a varios kilómetros de distancia de
él. Sólo tiene que imaginarse a su hombre durante unos pocos segundos y
enseguida empieza a percibir lo que se cuece dentro de su cerebro presidencial.
Con
todos los retazos que ha ido reuniendo a partir de los pensamientos del
mandatario de Igea, Sempronio Graco ha trenzado la siguiente Escena Política
Imaginaria (repito: Imaginaria, como todas las anteriores). En ella se exponen
los pensamientos que ha tenido Pedro Sanz sobre esta tierra y sus habitantes en
los últimos meses y semanas. Es muy posible que más de uno se quede de piedra
al leerlo.
*
«No sois más que una pandilla de arrastraos,
una patulea de mediocres, plebeyos y mentecatos. Aquí llevo veinte años
metiéndoosla doblada con vuestro consentimiento y haciendo de mi capa un sayo,
andrajosos mentales. Así os zurzan a todos, cacho borricos, tontos del haba. Me
he paseado por vuestros pueblos en fiestas, he acudido a vuestras misas mayores
y he desfilado imperialmente en vuestras procesiones al lado de alcaldes y
concejales a los que les olían los sobacos y los pies como machos cabrunos, teniendo
que hacer esfuerzos para no vomitaros en los zapatos. ¡Joder, joder! Y luego he
tragado y pimplado tranquilamente en plan Gargantúa, tras aceptar con fingido
gesto de agradecimiento vuestros convites, soportando vuestras sonrisas
bobaliconas, vuestros gestos untuosos y abyectos de puro complacientes, vuestros
intentos lamentables de congraciaros conmigo, de pelotearme sin rubor y de
darme coba sin medida. ¿Os creíais que no me doy cuenta de lo sinsorgos que
sois, de la cazurrería y paletez que destiláis por todos vuestros poros, payasos
de campo, algarrobos de secano, catedráticos en ignorancias, latrocinios y
depravaciones? Yo, que soy de pueblo, os he meado encima a los listos de la
capital, a la élite de los escogidos, a los bodegueros tragones, a los empresarios
abusones, a todos los ignorantes que os consideráis primos de la Virgen de
Valvanera, a los titulados, a los ascendidos, a los prepotentes sin causa, a los
facultados, a los periodistas listillos y engreídos, a todos los que os tenéis
a vosotros mismos por algo más que una cagarruta de mosca. ¡Santo Dios, lo que
me he reído de muchos de vosotros cuando os he concedido una audiencia para que
rebuznarais a placer en mi despacho, cuando os he puesto una medalla por algún
desconocido mérito que me la traía completamente floja, cuando he presidido un
homenaje a vuestra burricie, a vuestra vanidad o a vuestra avaricia!
»Sabedlo
y quedad bien enterados: En esta tierra he mangoneado a placer, me he
atiborrado de vuestras viandas y os he despreciado y me he burlado de vuestras
carencias sin que repararais en que mis estruendosas carcajadas eran debidas a
lo tontos que sois. Y a cambio de eso vosotros me habéis recibido con los
brazos abiertos, adulado, festejado, obsequiado y, casi casi, hasta hecho la
cama. Y, sobre todo, me habéis creído cuando os aseguraba que todo lo hacía por
La Rioja y por los riojanos. Ingenuos todos. Mastuerzos. Botarates. Analfabetos.
¡Oh, Dios, cuánto vais a tener que espabilar si queréis salir adelante y no
permitir que yo, o algún otro como yo, conduzca finalmente esta tierra a la
ruina y a la hecatombe! Pavisosos.
»Si he
logrado mantenerme tantos años encaramado en el más alto del machito, ganando
por mayoría todas las elecciones y cerrando el paso a quienes querían
desalojarme del poder, ha sido, no os quepa la menor duda, porque he llegado a
conoceros tan bien como si os hubiera parido. ¿Cómo no hacerlo, si soy uno de
los vuestros, aunque, eso sí, mucho más listo y habilidoso que todos los
gilipollas que han pretendido segar la hierba bajo mis pies y mandarme a casa,
erre que erre -¡qué pesados!-, cada
cuatro años? ¡Imbéciles!
»Mirad,
yo sé que a los riojanos no hay que hablaros de cosas profundas, ni tratar de
exponeros ideas brillantes. ¡Quiá! A vosotros no se os gana así, sino de forma
mucho más sencilla y fácil de llevar a cabo, que es lo que yo he hecho durante
todos estos años: dejándose caer por vuestras fiestas patronales, por vuestras
procesiones y misas mayores, acudiendo a vuestros frontones y contemplando,
sentado entre vosotros, un buen partido de pelota. Y asistiendo después a
vuestras bodegas a compartir vuestro vino y vuestras viandas. Si uno hace eso y
lo hace poniendo buena cara, cara de estar disfrutando mucho en vuestra compañía,
entonces ya os tiene cogidos por los huevos para un montón de años. Yo lo he
hecho un montón de veces y siempre me ha ido bien. No como los inútiles y
estirados de mis antecesores, que a esos les venía grande el poder y la vara de
mando. ¡Pardillos! Yo he obrado así porque os conozco perfectamente y sé que
sois necios y vanidosos. Aldeanos en el sentido más peyorativo del término. Yo,
que aborrezco con toda mi alma los nacionalismos vasco y catalán, y que me
enfurece la pretensión de esa panda de menesterosos
de construir unos Estados propios al margen de España, no he hecho otra cosa,
durante los últimos veinte años, que excitar vuestro aldeanismo riojano, ese
aldeanismo de campanario que es como el hermano tonto de los nacionalismos
catalán y vasco. Yo, que he deplorado y maldecido con toda mi alma estos
últimos, no he hecho otra cosa que alimentar ese aldeanismo vuestro de porrón,
sarmiento y salchichón, hablándoos sin parar de nuestras señas de identidad y
de lo que nos diferencia a los riojanos de un salmantino, un extremeño o un
navarro. Pero vosotros, hatajo de asnos, habéis jaleado mis palabras con un
entusiasmo que a mí mismo me llenaba de estupor cuando caía en la cuenta de las
contradicciones en que incurría al reclamar las Glosas Emilianenses y al hablar
del paisaje del vino y de todas esas monsergas tan falsas como una moneda de
tres euros sobre el alma riojana y sobre las señas de identidad del riojano.
¿Señas de identidad vosotros? ¿La lengua castellana convertida en seña de
identidad de un pueblo de analfabestias? ¡Amos, hombre! Algunas mañanas,
mientras me estoy afeitando y preparando para acudir a mi palacete de Vara de
Rey, pongo la radio y oigo cosas que me rayan los oídos: «Si no existiría canal Ebro radio habría que
inventarlo». ¿Qué coño nos pasa a los riojanos con los tiempos verbales del
pretérito imperfecto de subjuntivo y el condicional? «Si madrugarías
más, llegarías antes al trabajo». «Si nos protestarías
tanto a lo mejor te hicieran más
caso…» ¿Mande? ¿Me lo puede repetir? Y es que con vosotros, cacho borricos
míos, no hay manera. Es mejor dejaros a vuestro aire. O mandaros a todos a la
escuela otra vez, para que aprendáis a hablar y, sobre todo, a escribir como
Dios y la Constitución mandan.
»Que
conste que comprendo vuestro problema, porque se parece mucho al que tengo yo.
Yo veo que alguien delante de mí abre un libro, no digo de 500 páginas sino
sólo de 150 ó 200, y siento que me
tiemblan las piernas. De pronto me entran unos sudores fríos y tengo la
sensación de que no hago pie, y que voy a perder el sentido y a caerme redondo al
suelo. A otros les pasa eso mismo cuando ven sangre, pero a mí sólo me sucede
cuando veo mucha letra junta. Hay que joderse. Y sin embargo, ¡cuántas veces me
he visto obligado a daros el pego y pasar ante vosotros por un hombre culto,
leído e informado! ¡Así de veces! Pero bueno, para eso ya tengo a mis “cabezas
de huevo”, que me consiguen los datos que necesito en un pis pas. Si tengo que
hablar en algún discurso, no sé, de Sagasta, de la prima de riesgo, de Esteban
Manuel de Villegas, de los Manrique de Lara, del rey Don García de Nájera, de
la trashumancia o de lo que sea, mis chicos me preparan la chuleta (no más de
un folio, por favor, que me atraganto) y ya está. Y si ellos tampoco tienen los
datos a mano, pues se tira de Wikipedia y aquí no ha pasado nada. ¡Total, para
darle el pego a una banda de botarates como vosotros, se sale del paso con
cuatro banalidades y queda uno como Dios y sin arrugarse la chaqueta! Ahora, eso
sí, otra cosa son las apariencias. Yo soy el presidente y tengo que hacer
creeros a vosotros que domino las materias, que estoy informado, que me estudio
los temas y leo los informes que mis asesores me pasan. ¡Jua! ¡Que me parto y
me mondo! Total, después de tantos años y de las tablas que he adquirido
ejerciendo un poder casi absoluto, ya hago malabarismo con cualquier cosa. Para
eso me las pinto como nadie: para mentir, manipular, lanzar insidias, bordear
la calumnia sin entrar de lleno en ella, darle vuelta a la tortilla, insinuar,
sembrar cizaña, amagar y no dar, salir por peteneras y quedar siempre de pie.
Soy Pedro María Sanz Alonso, y en La Rioja no mandan otros cojones que los míos. ¡Que no se os olvide,
alfeñiques!
»Todavía
me estoy tronchando al recordar el día en que esa socialista novata, Concha
Andreu, me preguntó en el Parlamento regional si a mí me parecía decente tener
un chalé ilegal en Villamediana. La chica se puso muy seria y altanera para
lanzarme semejante chorrada. ¡A mí, je, je! ¡A Pedro el Grande, señor de La
Rioja! “Por supuesto que me parece decente”, le contesté. “Y si pudiera, lo volvería
a repetir”. ¡Ja, ja! ¡Qué careto se le quedó a la pobre! Esa no sabía que
estaba tratando de tú a tú con el tío más cínico y con menos escrúpulos de esta
tierra. ¿Y cuando me sacan a relucir el aeropuerto de Agoncillo y lo que nos
cuesta mantenerlo cada año? Ahí lo bordo. Me pongo a hablar de apuestas de
futuro, de la necesidad de no cerrarnos puertas, de estar preparados para la recuperación
que ya está ahí, del turismo que cada vez se siente más atraído por La Rioja y
bla, bla, bla, nada por aquí, nada por allá, ¡hale hop!, y dejo a mis críticos
no sólo sin argumentos sino también sin resuello. ¡Mentecatos! ¿Pensabais que
me ibais a achantar? ¿Vosotros a mí?
Todavía no ha nacido el político que haga sombra a Pedro Sanz.
Estúpidos.
»Jodeos
todos, que me vais a tener que aguantar
otros cuatro años más. Y, si me hincháis mucho los cojones, a lo mejor
me vuelvo a presentar en el año 2019 y os doy por el culo a todos los que ahora
protestáis sin razón. ¿Qué haríais vosotros sin mí, infelices, si en cuanto os
dejo solos un momento os sentís perdidos y desamparados? ¿Quién os comprende
mejor yo? ¿Quién os gobierna con mano más firme y segura que yo? Soy el que mejor os conoce y el que os debe
seguir gobernando. No me hagáis la faena de mandarme a casa con la edad que
tengo. ¿Dónde voy a encontrar otro chollo como éste?
»Dadme vuestro voto con una sonrisa y después callad
durante cuatro años. Que ya me ocupo yo de todo. Como he hecho siempre.»
Sempronio Graco
Continuará