La estulticia humana no tiene límites. Hace
unos diez años, aproximadamente, cuando hubo una crecida parecida a la de ahora
-entre Navidades y Reyes-, las enfurecidas aguas del río Najerilla acumularon
un montón de cascajo -canto rodado- debajo del Puente de Piedra. Al descender
las aguas y darles el aire a las piedras, éstas, obviamente, se quedaron
negras. Nada más ocurrir este suceso tan natural, algunas lenguas viperinas
lanzaron -¡ojo al dato!- “que los ecologistas habíamos bajado el cascajo en
cestos desde el Puente Arenzana, y lo habíamos pintado, después, con pintura
negra”. ¡Con un par! Y los estultos de este bendito y puñetero pueblo, se lo
creyeron a pies juntillas. Huelga decir lo que tuvimos que oír, mientras
cruzábamos las piernas para no mearnos de la risa. Pues bien. Hoy, las lenguas
viperinas, ante una evidencia incontestable como la de que el río siempre
recupera lo que es suyo, han vuelto a salir a pasear, lanzando a los cuatro
vientos “que los ecologistas no dejamos quitar los troncos varados en las cepas
del Puente de Piedra”. ¡Con otro par! Y, obviamente, los estultos najerinos se
lo han vuelto a creer. Así que ya me puedo armar de paciencia, porque me viene
una buena. Cualquiera que no conozca Nájera y lea esto, pensará que es mentira.
O que le estoy gastando una broma. Pero ni es mentira, ni estoy gastándole a nadie una broma. Aquí,
que lo sepa todo el mundo, echamos topos y culebras a las huertas. Y los echamos
-¡ojo también a este dato!- desde helicópteros. Con paracaídas, los topos, y en
bolsas de plástico con agua, las culebras. O sea, que los ecologistas tenemos
más infraestructura que la OTAN. -También soltamos pulgas, avispas y moscas.
¡Que se sepa!-