Tal y como nos tienen acostumbrados,
nuestros déspotas gobernantes ordenaron tirar la gunita que estaba suelta en el
farallón de Malpica, a la altura de Peñaescalera, sin avisar a los propietarios
de la vivienda que hay debajo. Se da la circunstancia de que en el corral donde
cayó la mayor parte de este material, los propietarios tienen dos perros: uno
adulto, y otro cachorro, que no murieron de milagro. Pasado el susto,
aprovechando que no tenían tapia, los dos perros decidieron irse por ahí de
paseo, hasta que los encontró su dueño. Pero la cosa no quedó ahí: Una vez
retirados los restos de gunita de la carretera, colocaron en lo que quedaba de
tapia cuatro vallas de las de cortar el tráfico, y listo. ¡Para que aprendan
quienes nos visiten cómo se solucionan aquí los casos!