La plaza de la Cruz, esa que tan bonita estuvo este pasado verano,
cuando los “Chiguitos de Marcelino” actuaron por la noche en el Restaurante
Olimpo, vacía de coches y repleta de najerinos cenando y tomándose una copa en
mesas y veladores, mientras escuchaban buena música en un rincón tan idílico,
presenta un estado tan deplorable, que da auténtica pena verla. Sobre todo a
los que nos hemos criado en ella. No le falta de nada: El suelo destrozado, el
banco corrido a punto de reventar, y repleta de coches a todas las horas del
día. O sea, como para no volver jamás a ella.