Parafraseando a Don
Gabriel Celaya, anoche pudimos disfrutar de una obra de teatro no concebida
como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se
desentienden y evaden, sino una denuncia social de cuatro chicas jóvenes, que
tomaron partido hasta mancharse. ¡Y de qué manera! No resulta fácil teclear los
sentimientos que me asaltaron viendo Carnaval 2K18, escrita y dirigida por la Actriz
najerina Esther Sanz, e interpretada con sus compañeras Maya Salaverría, Virginia Guzmán y María Najarro, todas ellas
Actrices, con mayúscula también. Es tanto lo que dijeron sin decir nada, que
necesitaría cuatro o cinco entradas para plasmaros solamente una parte. ¡Cuán
estentóreo fue el lenguaje corporal! A lo largo de la obra, concebida por un
hecho real ocurrido en una discoteca de Madrid un día de Carnaval, se pone de
manifiesto la indefensión que a diario sufren las mujeres por parte de la
sociedad, de los guardias y de los jueces. En una de las escenas, la más
dramática y desgarradora para mí, todos fuimos, sin saberlo, la pusilánime
muchedumbre de la discoteca, que, impertérritos, asistimos a las terribles
manifestaciones de miedo, impotencia, rabia e indefensión de la protagonista de
la agresión. Porque los que actuamos
así, somos tan culpables o más, que quienes cometen estos actos tan despreciables y abyectos.
La obra, en suma, es un alegato a la Libertad para que las mujeres vivan y se
desarrollen como quieran, más allá de cómo vayan vestidas, a qué horas anden
por las calles, cómo bailen en las discotecas, o lo borrachas que estén. ¡Ningún
baboso tiene derecho a propasarse! Al final de la obra, las cuatro Actrices,
sentadas en unas sillas plegables de madera, abrieron un enriquecedor debate. E
incluso en dicho debate, me consta que sin ella saberlo, una de las Actrices,
al abandonar el escenario para ponerse una sudadera, nos recordó que alguien se
había olvidado de poner la calefacción en el Cine Doga. Sólo me resta, pues,
darles las gracias de todo corazón a las cuatro por ser tan valientes. En
especial, a mi admirada Esther Sanz, porque no es nada fácil desnudarse ante su
gente. ¡Muchísima suerte!