Los bancos de cemento de la Fuente de La
Estacada son el último referente que nos queda de lo que fue nuestra Nájera.
Espero y deseo que sean restaurados y recolocados, en vez de cambiados por otros
de madera. No sé -ni me importa- el valor histórico que puedan tener. Pero sé
el valor sentimental que tienen para todos mis coetáneos. En ellos nos sentaban a merendar
nuestros padres y nuestros abuelos, bebiendo a grandes sorbos el
agua medicinal de dicha Fuente. Siendo unos chiguitos, nos poníamos ciegos de
piña, pera y melocotón en almíbar, y de gaseosa, naranjada y algo parecido a la
coca cola, en las fiestas de San Juan. Y en ellos hacíamos lo que podíamos
cuando conseguíamos ligar. La Fuente de La Estacada fue uno de los rincones preferidos
de todos los najerinos de entonces. Muchos señores mayores, incluido mi difunto
abuelo, Benedicto “Morgón”, subían cada día a llenar una botella de su agua
medicinal. Tal era la creencia. Y algo tendría de verdad. Después, la desidia,
la incultura y la codicia hicieron que ese paraje se deteriorara y se
envenenara el manantial. Por eso, ahora que tenemos un gran concejal de Medio
Ambiente, espero y deseo que respete y guarde culto a un lugar tan especial.