Esta fotografía de Raúl, de la avenida, crecida, riada o najerillada de
1950, hoy no se podría hacer, porque el ojo del puente por el que pasaba el
agua está cegado y tapiado con piedras de sillería de la desaparecida “manzana
de La Falange” desde hace una decena de años. Del mismo modo, el ojo del puente
donde estuvo ubicada la ermita de San Juan de Ortega, conocido por todos los de
mi generación como “el pozo de Manzanos”, porque el hijo del
popular mecánico de motos José Manzanos estaba bañándose a todas las horas del día en el pozo que había
allí, durante los tres meses de verano. Ese ojo, en
la actualidad, es utilizado como paso para ir al Hogar de las Personas Mayores,
y como urinario. Estos ojos, según desde la margen del río que se cuenten, son
el primero y el octavo. Pero no son solo estos dos los ojos cegados, tal y como
os dije en el post “La vegetación del río no es la culpable”, sino cinco, de los
ocho que posiblemente en esta crecida estuvieron cubiertos hasta arriba por el
agua, pudiéndola tocar desde el puente de piedra con la mano. Esto sí que
representa un serio peligro para nuestra ciudad, y no unos arbolillos no
maderables, rodeados de hierbas, aneas y flores, que además de generar mucha
vida a su alrededor, hacen que nuestro idílico río sea lo más fotografiado.