A primeras horas de la
tarde de ayer, vi una escena de las que causan envidia sana y te hacen creer:
una veintena de alumnas y alumnos recién graduadas/os, tomaban unos refrescos
con su tutor en la terraza del Kien. Qué felices y orgullosos se tuvieron que
sentir. Ellas/os, por haber logrado el pasaporte a la Universidad, y él, por
tener el inmenso honor de compartir con su alumnado tanta dicha y felicidad.
Cuando ves escenas como estas, no tienes más remedio que creer que no todo está
perdido. Que aun hay esperanzas de crear un mundo mejor. Un mundo más justo,
ecológico y humanitario, en el que jóvenes bien preparados nos gobiernen con
prudencia, sabiduría y sensatez. ¡Aún podemos creer!