El martes 5 de Abril de 1955 -Semana Santa-, mi Celineta del
alma me trajo a este mundo. Y siempre me recordó lo mal que lo pasó por mi
culpa, porque según las creencias de entonces, si un bebé se moría sin estar
bautizado, iba directamente al infierno. De ahí la importancia de los padrinos
-hoy ya no tienen sentido-: Eran ellos quienes, estando la madre aún en la cama
recuperándose, te llevaban a la pila del bautismo. Y este año, cuando cumplo,
en Semana Santa también, los 65, tenía planeado celebrarlo con mi familia y mis
amigos, tirando la casa por la ventana. Pero hete aquí que, como esta vida es
una puñetera, a través del terrible coronavirus, me ha recordado, una vez más,
que no se puede planear nada, y me tengo que conformar con tomarme un vermú con
mis hijos, a través de una videollamada.