Anoche se acabó la ignominia para los
temporeros y para los najerinos de bien, y comenzó el descanso para la
desalmada alcaldesa y sus indolentes escuderos. Los generosos y anónimos
najerinos que han atendido altruistamente a los temporeros -muchos de ellos
jubilados y padres de niños- que han estado durante un mes entero haciéndoles y
dándoles la cena -a más de doscientos cincuenta algunos días-, desde las seis
de la tarde hasta casi las doce de la noche, dieron por concluida su impagable
tarea, tanto por la escasez de temporeros, como de comida. Apenas quedan una
veintena que no han tenido suerte en la cruel tómbola de la vida, y no tienen
dinero ni para sacar un billete de autobús que los lleve a otro lugar a probar
fortuna. Se acabó la infame instantánea de cientos de maletas, cartones, ropas,
zapatos y colchones amontonados en el soportal del Paseo, situado enfrente de
la Estación de Autobuses. Se acabaron las sangrantes escenas de temporeros
durmiendo a la intemperie, sobre unos cartones, en soportales, obras
abandonadas, cajeros automáticos, pasajes, rincones y portales, porque la
hipócrita de la alcaldesa les ha negado un año más uno de los edificios
públicos para que durmiesen como personas y no como animales. Se acabaron los
orines en las calles y portales; las ropas tendidas por vallas, alambradas y
señales; las fuentes y el río llenos de temporeros lavándose la cara y los
dientes, porque la farisea de la alcaldesa les ha negado un lugar donde poder
miccionar, defecar y ducharse, por haber privatizado el agua para no prescindir
de los liberados, y tener ahora en todos los edificios públicos contadores. Se
acabó, en fin, ver fotografías tan vomitivas como la que os cuelgo, donde,
después de ser tan inhumana con esta pobre gente, quiere quedar como una
alcaldesa magnánima entregando un dinero que ni siquiera es suyo. ¡Que Dios la
perdone!