Jamás pensé que
llegaría a escribir esto. Pero es verdad. El cambio de gobierno no ha valido la pena. Nájera sigue igual. O peor, quizás. El casco hundido sigue deshumanizándose;
los cables, torres y casetones de alta tensión siguen estando junto a casas
y colegios; los árboles siguen padeciendo
podas salvajes y talas indiscriminadas; los corredores ecológicos de nutrias y visones han sido eliminados de nuestro río;
las barreras arquitectónicas siguen dificultando el normal desarrollo de las
personas discapacitadas; los pasos de cebra están desaparecidos; las paredes, puertas y columnas siguen usándose como carteleras infames; el Alcázar
se nos hunde; las aceras siguen con las baldosas sueltas y llenas de baches;
los contenedores despiden un olor insoportable; la Cultura está desaparecida;
las entradas a nuestra ciudad se encuentran en un estado lamentable; el cierre de
empresas sigue imparable; las cifras del paro no sólo no descienden, sino que
crecen; muchos najerinos siguen sufriendo cortes de agua y de luz por cuatro
asquerosos euros; en muchas casas se pasa hambre… Y lo que es peor aún, los
nuevos gobernantes no han iniciado ni un solo trámite para que esto cambie. Lo
que sí han hecho desde que tomaron posesión de sus cargos, ha sido sacar a la
luz los mismos vicios y las mismas costumbres de los anteriores gobernantes:
Practicar el “ordeno y mando”, “posar en las fotos”, “premiar a los obedientes”
y “castigar a los que no les siguen la corriente”. No obstante, “Si se calla el
cantor”, que hoy cumple seis años, seguirá intentando que esto cambie, a pesar
de los pesares.