El Najerilla era un
mar: Su anchura, inconmensurable; su bravura, indomable, y sus crecidas,
imposibles de dominar. ¿Quién puede, pues, pretender encajonarlo, sin cometer
una temeridad? ¿Puede acaso un niño, vaciar con su cubito el mar?... ¡Pues
dejen ustedes el Najerilla en paz!