Cuando uno oye o lee lo
que dicen o declaran, henchidos de orgullo, los gobernantes del Ayuntamiento de
Nájera sobre nuestro Patrimonio Histórico y Cultural, no tiene más remedio que
dirigirse raudo y veloz al servicio a vomitar. Es increíble el cinismo, el
impudor, la procacidad y la desfachatez de la que hacen gala para ensalzar,
elogiar, alabar y realzar lo que tienen abandonado a su suerte, sin importarles
lo más mínimo que sea un bien cultural. Hoy quiero sacar a colación el Alcázar,
esa joya que nuestros gobernantes exaltan tanto como desconocen, y que la
tienen siempre cual un muladar. El Alcázar de Nájera se encuentra a media
ladera entre el castillo de la Mota y el casco urbano de nuestra ciudad. Se
extiende por la plataforma horizontal que recorre sus caras norte y este,
empleada hasta mediados del siglo XX como eras -lugar donde tantas horas de
asueto pasábamos los de mi generación, tirándonos desde lo alto sobre los
montones de paja, conocido por todos nosotros como “Las eras”-. Desde su posición, el Alcázar domina toda la
ciudad y es visible desde cualquier punto de ella. El Alcázar de Nájera es de
origen musulmán, y fue construido al tiempo que el castillo de la Mota,
existiendo referencias de él en el Fuero de Nájera -1020-. Asentado sobre un
denso estrato prehistórico y tardorromano, su mayor desarrollo se produjo a lo
largo de la Edad Media, culminando con la profunda remodelación realizada por
los Manrique de Lara en los siglos XV y XVI tras serles concedida en propiedad
la plaza de Nájera. -Los najerinos Demetrio Guinea y Tomás Lerena + publicaron
un extenso, magnífico y revelador libro sobre esta familia, en el año 2006,
titulado “Señores de la guerra, tiranos de sus vasallos”-. Tras esta última
intervención el incómodo recinto medieval dejó paso a un palacio plenamente
renacentista. En 1520 fue tomado por los comuneros, que emplearon su artillería
para arrasar la ciudad. A finales del siglo XVI el alcázar dejó de ser la
residencia de los Duques de Nájera, comenzando así su rápido deterioro…