Angelito, salao. Ayer
tuviste una despedida hermosa y emotiva. Tus “chiguitos”, a los que se les unió
“Uge”, tocaron sus instrumentos de cuerda como nunca, y las voces del coro que
les acompañaban, nos pusieron a todos los pelos de punta. Yo quería haber hecho
tuyos los últimos versos de Unamuno, para que le pidieras al Padre que te
agrandara la puerta, mas no quise hacerlo, porque temí no estar a la altura.
Hoy los hago tuyos aquí, donde tú entrabas cada día.
“Agranda la puerta, Padre,
porque no puedo pasar.
La hiciste para los niños,
yo he crecido, a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad;
vuélveme a la edad aquella
en que vivir es soñar”.
Así sea, Amigo mío. ¡Descansa en paz!