Quizá recuerden cuál era
la situación general unos meses antes de celebrarse las elecciones autonómicas
y municipales de mayo de 2011. En el norte de Africa y en Oriente Próximo
rugían los desheredados del Islam contra los sátrapas corruptos y sanguinarios,
mientras Muammar el Gadafi, vestido como aquella doña Croqueta que encarnaba el
simpático caradura Simón Cabido haciendo pareja con Juanito Navarro, escupía
imprecaciones desde Libia y auguraba furiosas venganzas contra Sarkozy y
quienes se empeñaban en desalojarlo de su jaima. Europa se cuarteaba, Irlanda y
Portugal se desmoronaban y nuestro presidente Zapatero lo contemplaba todo con
su eterna sonrisa meliflua y alelada. Se agitaba el mundo en una apoteosis de
tsunamis, nubes radiactivas, miseria y paro, y en España nos disponíamos a
celebrar unas nuevas elecciones.
La
candidata a la alcaldía de Logroño era una chica avispada y pico de oro a quien
Pedro Sanz se había empeñado en colocar en la poltrona municipal para desalojar
a esos peculiares Pepe Gotera y Otilio que encarnaban hasta entonces los integrantes del denominado bipartito: el
socialista Tomás Santos y el regionalista Ángel Varea. Su tarjeta de presentación era tan
breve como eficaz:
- Mi nombre es Concepción
pero puedes llamarme Cuca. I’m
with you.
El sobrenombre de Cuca, como Menchi, Pilolo o Chonita,
traía un lejano perfume a niña bien educada en colegio de monjas, algo repipi y
sabihondilla, que se tapa con la mano el aparato corrector dental cada vez que
se ríe. Evocaba imágenes de faldas plisadas, olor a chicle Bazoka y a lapicero
Fáber, y carpetas escolares ocultando los ruborosos senos de las muchachas en
flor. Pero Cuca ya lucía para entonces una espléndida dentición y se había
vuelto áspera, dura y muy disciplinada. Algunos le acusaban, a ella y al PP, de
haberse gastado más de cinco millones de euros en promocionar y vender su imagen
de candidata a la alcaldía de Logroño, pero la chica fingía ignorar a sus
detractores, se subía los mocos y adoptaba una pose de señorita Rotenmeyer
altiva y resabiada, mientras repetía como un mantra las frases que sus asesores
le habían soplado al oído:
- Yo me debo a los logroñeses. Estoy centrada en los
problemas de los logroñeses y dedico mi tiempo a lo que es realmente
importante, que son los muchísimos logroñeses con muchísimos problemas con los
que tengo responsabilidades y obligaciones. Además, mi liderazgo no es
personalista sino transformador, centrado en los problemas de la gente porque
para eso estamos los políticos. Y bla,
bla, bla, patatín, patatán.
La candidata popular era capaz de largar frases como
éstas con absoluto aplomo y sin ponerse colorada. Entonces tuvo la brillante
ocurrencia de fichar al pelotari Titín, un ídolo deportivo de masas, para que
le ayudase a ganar las elecciones municipales y hacerse con la alcaldía
logroñesa. Una jugada demagógica que daba por sentado que los ciudadanos
votamos más con el corazón que con la cabeza, cosa en la que seguramente no le
faltaba razón. Con la inclusión del pelotari Titín en su lista, la ambiciosilla
candidata esperaba dar el pelotazo: pelotazo electoral, se sobreentiende, y
nunca mejor dicho. Mientras tanto, el todavía alcalde, Tomás Santos, capeaba el
temporal como podía. Se le estaba poniendo una cara tristona y algo
contrariada, pero frente a la adversidad y a las encuestas agoreras que no
anunciaban nada bueno para él y los suyos, exhibía un elegante estoicismo
senequista y se parapetaba dignamente tras su eslogan de precampaña: «Logroño,
la mejor ciudad para vivir».
Ya han pasado cuatro años desde entonces. Cuca Gamarra
alcanzó la alcaldía de Logroño y ahora aspira a repetir como candidata y a
ganar de nuevo las elecciones municipales. Lo que ocurre es que ya no despierta
aquellos entusiasmos entre las burguesas adineradas, una de las cuales a la
hora del café en el Ibiza comentaba entre tintineos de sus pulseras de oro:
- Yo es
que a Cuca la veo ideal: monísima, listísima y divina de la muerte. ¡Y cómo
larga por esa boquita!
La señora Gamarra ha demostrado que es una vendedora de
burras averiadas y una experta en vaciedades, que lo ha prometido todo y no ha
cumplido casi nada. Una dirigente ineficaz, lianta y tan arrogante como su
mentor, el tito Pedro. La burguesona que tanto la ponderaba antes les dice
ahora a sus amigas:
- Menuda manirrota la alcaldesa de las narices, que ha
estado viajando por medio mundo a costa de nuestros impuestos. Y mientras tanto
yo sin poder llevar a mi perrita Cloti a la peluquería canina. Pues mira, Cuca,
bonita, ¿sabes lo que estoy pensando?
¡Que te den!
Sempronio Graco
Continuará