Aunque de vergüenza decirlo,
llevo más de dos años escribiendo sobre el cabreo que en la calle Santa Eugenia
causan las deyecciones de los perros. Y da vergüenza, porque lejos de
solucionarse este injustificable comportamiento de los dueños de los perros, la
cosa va en aumento, y con ella, el cabreo de los vecinos de dicha calle, que se
ven impotentes ante la chulería de los incívicos dueños, y la desidia del
Ayuntamiento.