Hoy quiero acordarme de ellos. De
todos los “sanjuaneros” que ya no están entre nosotros. Quiero verlos dirigirse
al cascajo a tomarse el chocolate con anís, ávidos de dar las Vueltas alrededor
del viejo Quiosco. Han estado todo el año recogiendo chatarra o haciendo
“chapuzas” para costearse las meriendas y los almuerzos, y confeccionando los
artesanales paraguas de madera cubiertos con carteles de cine, y los ingeniosos
inventos. Todos están nerviosos. Es el tiempo de la fruta y de los besos. Las
najerinas se han puesto esos hermosos e insinuantes vestidos que dejan pieles
níveas e impolutas al descubierto, y ellos saben que después de danzar
alegremente con ellas en las Vueltas y durante el recorrido hasta la Plaza de
España cantando el riquísimo folclore sanjuanero, vendrá el baile vermú en el
Cine Doga y en el Cinema Club, donde intentarán dejar trazado el plan para la
merienda de la tarde en las frondosas choperas o en las feraces huertas, e
intentar robar, bajo la mezcolanza de olores veraniegos, esos ansiados y
soñados besos. Los habrá con suerte y llegarán aún mucho más lejos. Pero todos
serán inmensamente felices retozando en esos bucólicos parajes que componen
huertas, alamedas, choperas, riachuelos, manantiales y Paseo. Después, una vez
anochecido, dejarán en sus casas las cestitas, ellas, y los cestos, ellos, y se
dirigirán al Casino a intentar fundir en un eterno abrazo sus ardientes
cuerpos. Y se irán a dormir felices, porque, picarescamente, han procurado que
sobrara merienda para repetir los escarceos amorosos el día siguiente. Y
nacerán noviazgos, matrimonios y “sanjuaneros” nuevos. ¡Para todos ellos, con
admiración y respeto!