Queridos Cantores. Tenía pensado colgar ahora mismo el cartel que
mi querida Amiga Raquel me envió de la “San Silvestre”, pero me acabo de
enterar de que se ha muerto mi querido Amigo Guzmán, y quiero colgarle un
artículo que le escribí hace tiempo, como pequeño
Homenaje.
“MIS AVENTURAS CON GUZMÁN”.
Y
ya que les he hablado a ustedes de las diferentes cuadrillas por las que desde
los catorce años fui pasando, les contaré en este relato algunas de las
aventuras que viví con mi buen amigo Guzmán, hasta que el caprichoso destino
nos dejó a cada uno por su lado. Siempre tuve muy claro que este entrañable
amigo mío de mayor iba a ser mecánico, porque sin tener aún catorce años, se
pasaba las horas en la
Calle Peligro , desmontando y montando las bicicletas con las
que subíamos a Hormilla a bailar en los chamizos; la “Lambretta” y el “Gordini”
que su padre tenía en la cochera para ir a nuestras casas a dejarnos los culos
totalmente agujereados (era practicante), y fabricando unos carros cojonudos,
con ruedas de “Jané” que cogíamos de uno y otro lado. Mientras tuvo la
bicicleta, fue el verdadero rey de los pedales, pues no había nadie en La Rioja que le metiera mano.
Cruzaba cantidad de veces el viejo puente de tabla por el listón lateral que,
para sujetar las tablas centrales, Lucerico había clavado, a pesar de medir
solamente unos tres centímetros de ancho. Nos llevaba a todos los de la
cuadrilla con una cuerda larga en carros remolcados (cuando tocaba subir o
llanear no pasaba nada, pero cuando íbamos cuesta abajo, o venían curvas, como
el carro corría más que la bici, e iba para donde quería, nos dábamos unas
hostias de espanto). Andaba con la rueda delantera levantada cualquier
distancia que le marcáramos, y bajaba con ella a Logroño, como si tal
cosa, a comprarnos los últimos discos que habían salido al
mercado. Además de todo esto, participó en varias ocasiones en “La Vuelta Ciclista a La Rioja ”, antes de abandonar
el ciclismo, totalmente desilusionado. Cuando le compraron la moto de trial
(una Montesa, creo que era), las hazañas fueron aún de mayor calado. Baste con
decirles a ustedes, que de no haber tenido farolas el Puente de Piedra, sin
ningún género de duda, por sus barandillas lo habría cruzado. Con esta moto,
además de ponernos a todos los de la cuadrilla los pelos de punta viéndole
subir y bajar por nuestros montes del modo más temerario, participó en
bastantes campeonatos de trial, celebrados en el País Vasco. Y he de decirles,
a renglón seguido, para que nadie pueda decir que por ser amigo mío el relato
está falseado o adornado, que en ninguno de ellos se alzó con la victoria, por
más que ello nos hubiese gustado. Después se compró una Bultaco “Metralla”, que
sólo el verla nos causaba espanto. Esta moto era capaz de ponerse con una
rueda, si al meterle la cuarta no soltabas el embrague con mucho cuidado. Tanto
era así, que a pesar de ser él un motorista avezado, en una ocasión, cuando se
le gripó yendo a toda leche por los caminos que conducían a Haro, se pegó
semejante hostia con ella, que por poco se nos marcha al otro barrio.
Finalmente, cuando su padre le dejó coger el “Gordini”, nos llevaba por esas
carreteras de Dios, a toda la velocidad que podía coger semejante cacharro (le
llamaban el coche de las viudas), tomando todas las curvas de lado, sobre todo
cuando nos subía a Valvanera, que terminábamos todos, además de mareados, con
los pantalones mojados. ¡Cómo coño no nos habremos matado! Pero dejando aparte
bicicletas, carros, Montesas, Bultacos y “Gordinis”, para que vean que no les
mentí cuando al principio les dije que siempre tuve muy claro que el futuro de
Guzmán era el de ser mecánico, he de decirles a ustedes, amigos lectores,
poniéndole así fin al relato, que por más que su padre se empeñó en que
aprobara el “ingreso”, para que pudiera hacer después el “bachillerato” (antes
se llamaban así), para que hubiese podido ser arquitecto, médico o abogado, él,
sabedor de que en esta ciudad quien no estudiaba trabajaba, jamás quiso
aprobarlo. Y hoy, lejos de ser “un calamidad”, tal y como le pronosticaban
entonces en nuestra ciudad a quien no estudiaba, Guzmán es un señor Industrial
del Automóvil, además de un gran mecánico.
2 comentarios:
Es un relato muy entrañable a la vez que emotivo.
Lo siento mucho Cantor, un abrazo muy fuerte para tí y para toda su familia, dadas las fechas señaladas lo necesitarán. Me despido con una frase de una gran película:
"Un hombre cuenta sus historias tantas veces que al final él mismo se convierte en esas historias. Siguen viviendo cuando él ya no está. De esta forma, el hombre se hace inmortal".
En una comunidad pequeña, como Nájera, los estratos sociales están muy marcados. Pero siempre hay quien sobresale por algo, casi siempre por generación espontánea, personas elegidas que marcan la diferencia por alguna faceta determinada y son considerados por la tribu con el alto prestigio de la diferencia. Guzmán fue uno de esos tipos. Siempre quedará en la memoria najerina la figura de este hombre capaz de las mayores proezas entre los suyos: un campeón que rompió con la pana; con la bici, con la moto y con la vida. Gracias por darnos tanto bien mientras pudiste y aun cuando la parca quiso jugar contigo. También a ella te la llevaste por delante y eso sólo es propio de los mejores. ¡Qué grande fuiste!
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