sábado, 23 de junio de 2018

Comienzan las fiestas de la fruta y del amor.


Esta noche, con el desentierro de la Venancia, comienzan las fiestas más hermosas y salvajes del año: las fiestas de San Juan y San Pedro. Fiestas de culto al Sol y de amor a la Tierra; de vino y chuletas; de perucos, cerezas y fresas; de abrazos y besos; de danzas y sexo; de jolgorio y alborozo; de incontinencia y excesos… Días, en suma, salvajes como la vida misma. Aunque a decir verdad, hogaño no se hace casi nada de esto. Y sufro mucho al escribirlo. Pero es así. Hoy, estas hermosas y salvajes fiestas han degenerado mucho. Mañana domingo, 24 de junio, día de San Juan, almorzaremos chuletas en la ribera del río, en descampados, en bodegas y en chamizos, y nos uniremos a la fiesta a las dos de la tarde -perdiéndonos las Vueltas del Paseo-, alternando el folclore sanjuanero con los bares, hasta llegar a la Plaza de España, y dar las Vueltas hasta las cinco o cinco y media de la tarde. Después, unos se irán para casa, y otros nos iremos a la zona hasta bien entrada la noche. Nada queda ya de los escarceos amorosos en huertas y choperas con el pretexto de las meriendas, ni del saltar y brincar alegre e incansablemente, hasta desgastar las zapatillas, por todas y cada una de nuestras calles. Ni de ir a bailar por la noche. Ni de repetir en San Juanito y San Pedrito la experiencia. Ni tan siquiera sé si está vigente ahora mismo aquel dicho tan revelador de estas fiestas, de que “el que en San Juan sanjuanea, en Marzo, marcea". Peo esa es otra historia, que no viene a cuento ahora. ¡A disfrutar de la fiesta!