lunes, 17 de octubre de 2022

Lágrimas sagradas en el Claustro de los Caballeros.

 

Ayer por la mañana, una treintena de najerinos y najerinas tuvimos el privilegio de conocer in situ las hermosas y terribles cartas que el gran Poeta Miguel Hernández le escribió a su bienamada esposa, Josefina Manresa, desde que comenzaran el furtivo noviazgo, hasta que falleció en la enfermería de la cárcel de Benalúa el 28 de Marzo de 1942, con tan sólo treinta y un años. Además de recitar  y cantar magníficamente las cartas de Miguel Hernández y algunos de sus desgarradores poemas, la Compañía Zarándula Teatro nos confesó cómo se hicieron con ellas. Todo comenzó una tarde de los años ochenta, tomando un café con pastas en casa de Josefina Manresa, mientras la interrogaban sobre la vida privada del Poeta. Ese café con pastas se repitió al día siguiente, y al otro, y al otro, hasta que una tarde, Josefina les dijo que la excusaran, se levantó y se dirigió a una habitación de la que volvió con una caja de hojalata, y éstos dijeron: ¡qué bien, más galletas!; pero su contenido no era ese, sino todas las cartas que Miguel Hernández le había enviado a Josefina. Tras copiarlas cuidadosamente, rehicieron la obra que hasta entonces representaban, y quedó la que a todos los que asistimos ayer al Claustro de Santa María La Real nos hizo llorar de pena y de rabia. Entre los poemas recitados estaban estos: “Morena de altas torres/, alta luz y altos ojos/, esposa de mi piel/, gran trago de mi vida/, tus pechos locos crecen hacia mi/ dando saltos de cierva concebida/”. “He poblado tu vientre de amor y sementera/, he prolongado el eco de sangre a que respondo/ y espero sobre el surco como el arado espera/: he llegado hasta el fondo/”. “Vientos del pueblo me llevan/, vientos del pueblo me arrastran/, me esparcen el corazón/ y me aventan la garganta/”. “La cebolla es escarcha/ cerrada y pobre/: escarcha de tus días y de mis noches/. Hambre y cebolla/: hielo negro y escarcha/ grande y redonda/. En la cuna del hambre/ mi niño estaba/. Con sangre de cebolla/ se amamantaba/. Pero tu sangre/ escarchada de azúcar/, cebolla y hambre/”. “Riéndose, burlándose con claridad del día/, se hundió en la noche el niño que quise ser dos veces/: No quise más la luz. ¿Para qué?/ No saldría más de aquellos silencios y aquellas lobregueces/. Quise ser/… ¿Para qué?/... Quise llegar gozoso/ al centro de la esfera de todo lo que existe/. Quise llevar la risa como lo más hermoso/. He muerto sonriendo serenamente triste/”. “Pintada, no vacía/: pintada está mi casa/ del color de las grandes/ pasiones y desgracias/. Regresará del llanto/ adonde fue llevada/ con su desierta mesa/ con su ruinosa cama/. Florecerán los besos/ sobre las almohadas/. Y en torno de los cuerpos/ elevará la sábana/ su intensa enredadera/ nocturna, perfumada/”. Una vez terminado el recital poético musical, los miembros de Zarándula Teatro nos ofrecieron un vermú riojano con olivas y patatas. Siempre he amado a Miguel Hernández, pero desde ayer, lo amo mucho más.   https://www.youtube.com/watch?v=Ew4lwthM9eg