sábado, 15 de agosto de 2020

Bendita juventud.

Ya estoy harto de leer y escuchar a diario que la culpa de los rebrotes del coronavirus es de los jóvenes. Y lo estoy, especialmente, porque yo nunca he olvidado que lo fui. Y cuando me pongo en el pellejo de nuestros jóvenes, siento lástima y admiración por ellos. Lástima, porque están en lo mejor de sus vidas, y se lo están perdiendo; y admiración, por su ejemplar comportamiento. Ser joven significa ser rebelde; contestatario, insumiso, insurgente, desobediente… Y, en nuestro caso, además, estar las 24 horas del día pensando en el sexo -nuestra juventud transcurrió bajo una terrible represión política y sexual-. Y a pesar de ello; a pesar de estar en contra de todo por sistema, y de practicar hasta la extenuación el onanismo, fuimos capaces de crear Sindicatos, Partidos Políticos, Asociaciones de Barrio, hacer regadas, revistas y periódicos, y convocar manifestaciones y huelgas para conseguir una sociedad más justa, igualitaria y mejor. Y, sin embargo, me atrevo a decir públicamente, que nosotros no habríamos aceptado tan mansamente estar confinados; dejar de celebrar las hermosas y salvajes fiestas de San Juan y San Pedro, llevar mascarilla, y, sobre todo, renunciar a los escarceos amorosos. Los jóvenes de hoy, sobre todo los de Nájera, que son a los que más conozco -cuando hablo de jóvenes, lo hago principalmente de los que se encuentran entre los 14 y los 22 años: Uno deja de ser joven cuando piensa más en el mañana que en el presente; y eso suele ocurrir con poco más de 20-, a pesar de sentir todo lo que sentíamos nosotros, han sido capaces de cumplir en todo momento las reglas del juego, por más que muchos viejos -utilizo lo de viejos despectivamente- estén criminalizándolos a todas las horas del día. Para mí -ya lo dije aquí mismo-, se merecen un monumento por su sobriedad, su saber estar, su sensatez y su ejemplar comportamiento. Y seguro estoy de que, a pesar de todo, lucharán contra el cambio climático; contra la desigualdad salarial entre hombres y mujeres; contra el desmantelamiento de la Seguridad Social; contra la discriminación por sexo, raza, religión...; contra la violencia de género; contra el maltrato animal … Lucharán, ¡cómo no!, contra todas las injusticias sociales y medioambientales. Así que, desde aquí les deseo de todo corazón que puedan resarcirse de estas crueles, aunque necesarias reglas, muy pronto. Entre tanto, tomo prestado un verso de Rubén Darío, y digo alto y claro: “Juventud, divino tesoro”.