domingo, 27 de febrero de 2022

El señor Alcalde sigue buscándome la boca.

El señor Alcalde de Nájera, Jonás Olarte Fernández, estando la Calle Mayor totalmente despejada, en el mismo lugar que el sábado pasado, le dio anoche un empujón terrible a mi mujer desplazándola contra el Bar La Mercería, y de rebote, a otra chica la tiró contra la zapatería de Pedro Domingo. Se da la circunstancia de que yo me estaba fijando en la algarabía que había en el Kien, donde una muchedumbre de quintos estaba dando las Vueltas, y no lo había reconocido; pero según los testigos, lo hizo con una cara de odio que asustaba. Y lo peor de todo es que iba con su familia. Es la segunda vez que lo hace en una semana a través de mi mujer -a mí me busca la boca de otras maneras menos ostentosas-, y alguien tiene que ponerle fin a este intolerable comportamiento. Porque una persona que se comporta así, no es digna de seguir siendo Alcalde ni un minuto más en una ciudad como la nuestra. Como najerino siento auténtica vergüenza de estar representado por un energúmeno como él. Ni Nájera ni yo nos merecemos un Alcalde como este. -Fotografía de Nuevecuatrouno-.

Adiós, fauna, adiós.

El Ayuntamiento de Nájera cuenta ya con el permiso para “eliminar a mano” las aneas, hierbas, juncos, arbustos y arbolillos de chopo y mimbrera existentes en el sotobosque o bosque de ribera que se creó en el río Najerilla, entre el colegio Nuestra Señora de la Piedad y el puente de San Juan de Ortega. Aunque la eliminación la van a hacer sin maquinaria pesada, esta actuación va a suponer la desaparición de nutrias, pollas y ratas de agua y otras especies que crían y viven ahí. Otra consecuencia directa va a ser que dejarán de acudir allí un montón de pájaros de diferentes especies. Esperemos que en esta ocasión el Ayuntamiento de Nájera no se salga del guión, como hizo con la poda de mimbreras: solo tenía permiso para podar las ramas amarillas, y talaron fresnos, olmos y saúcos, plantados y cuidados con mimo por los Agentes Forestales, a pesar de estar todos previamente marcados. De los catorce saúcos que había, sólo han dejado cuatro.