viernes, 6 de julio de 2012

"Los que no se rinden".

He aquí a esta legendaria cuadrilla sanjuanera, en lo que hoy son las piscinas.

   La cuadrilla najerina  “Los que no se rinden”, de la que formaron parte mis bienamados padres hasta que murieron,  a pesar de ser cada uno de una madre, permanecieron siempre juntos y fieles a sus tradiciones. La más respetada y  querida por todos ellos, y más conocida por todos  nosotros, fue siempre la de alegrarnos las fiestas de San Juan y San Pedro. (Ahora mismo, con sus ochenta y tantos años a sus espaldas, los poquitos que aún quedan vivos, siguen celebrando una comida de hermandad el día de San Pedro.) Yo recuerdo haber estado bailando con ellos por todas y cada una de las calles de nuestra ciudad, hasta quedar sin resuello, destrozando  las zapatillas de esparto,  y haciendo  girones la ropa, de tanto saltar y brincar (“Salto y brinco porque bebo vino de la Binco”)  al son que incansablemente nos marcaban con sus instrumentos. Igualmente, los recuerdo montándose bodas, bautizos, safaris y toda clase de ingeniosas parodias que hacían las delicias de los najerinos. Me parece importante reseñar (en otros artículos se verá el por qué), que “Los que no se rinden” formaban parte de las fiestas populares, de las particulares, y hasta de las de la Peña Malpica, en sus orígenes. Tenían la mala costumbre de llevarnos a los hijos a almorzar chuletas al sarmiento al cascajo, desde bien pequeñitos, con pantaloncitos cortos y niquis a rayas, nosotros, y con vestidos blancos y el clavel en el pelo, ellas, para que después de almorzar, viviésemos la aventura de dar las Vueltas nosotros solitos, como auténticos sanjuaneros. Eran de los que merendaban en San Juan y San Juanito, y en San Pedro y San Pedrito, siguiendo, después,  la juerga por todas nuestras calles hasta quedar sin aliento. Cuando los sanjuanes  fueron desvirtuándose  (pronto os hablaré de esto), ellos, fieles a sus principios, llenaban uno de los camiones de Benito ” fachenda” de alimentos, sillas, sofás, mantas y otros utensilios, y se marchaban a la “Huerta del Moral”, al final del Camino de las huertas, a pasar el día en las hermosas riberas del río Najerilla, los días San Juanito y San Pedrito. Algunas veces, tal y como muestra la fotografía, no se iban tan lejos y se apostaban donde hoy están las piscinas municipales, de las que pueden verse las obras. En los años setenta (creo que fue en el 71) mi bienamado padre Benedicto, viendo que la víspera de San Juan y el día de San Pedrito se quedaban totalmente vacíos de contenido, pensó  que no sería mala idea inventar algo para esos días. Y fue así como, sentado en una banca de madera, recostada contra la fachada del Restaurante “Las Pericas”, mientras esperaba a que los clientes fueran a echarles a sus Mobilettes gasolina con Bardahl (si no echaban ese aceite, Elias se negaba a arreglárselas) a la gasolinera que él y yo regentábamos, nació la famosa “Venancia”. Yo fui testigo directo de su alumbramiento. Pero a mi bienamado padre no le pareció suficiente que naciera sin algún cántico o himno que la identificase, y, tras escribir y borrar un montón de veces, en una pequeña libreta, palabras ininteligibles para mí, enseguida nació el himno de “Los que no se rinden”, que aún seguimos cantando algunos najerinos: “Somos los que no se rinden, y nunca se rendirán, y menos cuando se trata, de las fiestas de San Juan. Aunque ya estemos casados, fuerzas no nos  faltarán, pues se encarga la Venancia, de hacernos, resucitar.  Lalalaralalarará, lalalaralalarará, laralalalalarárá…lalalaralarará…  A la juventud pedimos, que se sepa gobernar, que beban y se diviertan, y no haya que lamentar. Mañana que es nuestro día (San Juan), pronto queremos salir, para alegrar nuestras fiestas, y podernos divertir. Y así dirá el forastero, por toda la geografía, que Nájera es la primera, en humor, y en simpatía. Lalalaralalarará, lalalaralalarará ,lalalararalarará, laralalalalarárá"… Y así fue como nació, mi querido Amigo Miguel, la famosa Venancia. Que, sobre todo  los primeros años,  sacaba a todos los najerinos de sus casas para honrarla. Algún año después, añadió lo que todos nosotros cantamos emocionados el día San Pedrito en la Plaza de España: “Adiós, San Juan y San Pedro; adiós, mis queridas Vueltas; que triste se queda el pueblo, Venancia, pues se acabaron las fiestas". Otro día te contaré lo de la Peña Malpica, en la que, como podrás ver en las fotografías, mi bienamado padre participó de  manera muy activa desde el principio. Entre tanto, vayan desde estas humildes líneas, mi mayor y más respetuosa admiración a estos colosos najerinos, doquiera que se encuentren ahora mismo la mayor parte de ellos. Ya sea en el cielo, o en la tierra.