miércoles, 4 de mayo de 2022

Madre coraje.

Ayer conocí a una madre coraje. Corrí tras ella por si podía ayudarla, pero todo fue en balde. No se trata de una mujer, sino de una pata. Cuando se hallaba tan tranquila con sus nueve patitos, en un claro de las espadañas, un perro de tamaño considerable se lanzó, raudo y veloz cual el rayo a por ellos, y la pata, para salvar a sus patitos, emitiendo unos graznidos estentóreos y desesperados, como diciendo: “¡Escondeos! ¡Escondeos, que corréis peligro!”, salió a la corriente para que la persiguiera el perro. La persecución no duró más de dos minutos, pero a mí se me hicieron eternos. Cuando la dueña consiguió que el perro dejara la persecución, la pata, con unos graznidos igual de estentóreos, pero menos desesperados, parece que decía: “¡Salid! ¡Salid, que ya ha cesado el peligro!” Y los patitos fueron uniéndose a ella de uno en uno. Una vez reunidos, los condujo por las espadañas, hasta permanecer todos ellos ocultos. Me imagino que la hazaña de esta pata que arriesga la vida por sus patitos, la sufrirá muy a menudo. Por eso quiero aprovechar estas líneas para rogaros a los dueños/as de los perros que, cuando pasen por las espadañas, no los llevéis sueltos.