lunes, 27 de febrero de 2017

Cómo hemos cambiado.


En mis tiempos, cuando salíamos al recreo y disputábamos reñidos partidos de fútbol en el Paseo de San Julián, si se nos quedaba el balón de plástico, conseguido a base de mascar toneladas de pastillas de chicle Dunkin, Bazoka, Douglas, Cosmos y otras tantas marcas más, lo recuperábamos a pedradas, con palos, o subiéndonos a los plátanos a por él. De allí no nos íbamos nadie sin recuperarlo, para no quedarnos sin jugar. Sin embargo, ahora, si se les queda atrapado entre las ramas, compran otro… ¡y ya está! Hasta seis he contabilizado yo, colgados en distintos plátanos del Quiosco, hasta que se los llevó el vendaval.