martes, 21 de junio de 2011

¡¡A quién se le ocurre!!

El insurrecto, cogiendo fuerzas con "los sorianos".
   Aunque ahora mismo no se acuerde de ello ni San Pedro, hubo un tiempo en el que los sanjuanes fueron muy conflictivos, porque, además de existir cuadrillas de gamberros que no dejaban dar las Vueltas a nadie, carecíamos de la circunvalación que actualmente tenemos, y el tráfico rodado, que era muy intenso, tenía que permanecer parado en las calles General Mola (actualmente Arrabal de la Estrella) y San Fernando, hasta que cruzara el Puente de Piedra bailando, el último sanjuanero. En aras de solucionar estos insufribles problemas, el alcalde de turno tuvo la feliz idea de enviar a las vueltas a los municipales (antes conocidos como los serenos), para que, al intimidar con su presencia a los gamberros, se dieran bien las Vueltas en el Paseo, y se agilizara, empujándoles hasta quedar sin resuello, el paso del Puente de Piedra de los bulliciosos y exaltados sanjuaneros. Hasta aquí, todo parece, además de acertado, correcto. Pero vino a resultar (nadie cayó en ello) que entre los serenos se hallaba el más entusiasta sanjuanero, por lo que, a la primera de cambio, Benedicto Hervías, “Morgón”, harto ya de dar brinquitos escondido tras un platanero, se metió en todo el mogollón a dar las Vueltas alrededor del viejo quiosco, con el flamante uniforme de guardia recién puesto. Y no se conformó el insurrecto con dar un par de Vueltas para matar el gusanillo, no; las dio todas enteritas y, no conforme con ello, sin dejar de bailar con el uniforme nuevo, bajó el Paseo, cruzó el Puente de Piedra, atravesó la Calle Mayor, dio las Vueltas en la Plaza de España, y fue a las cinco de la tarde, en lugar de a las dos, al puesto de guardia a hacer el relevo. Enterada la máxima autoridad de semejante suceso, hizo llamar al indisciplinado sereno y, tras adelantarle que por lo que había hecho se le iba a caer el pelo, le preguntó que en qué pensaba cuando se mezcló entre la muchedumbre estando de servicio con el flamante uniforme de guardia municipal puesto. A lo que Benedicto Hervías, “Morgón”, con mucha educación y respeto, contestó “que a quién se le ocurre mandarle a él, sanjuanero mayor del reino, de servicio y con uniforme nuevo, a que vigile cómo dan los demás las Vueltas en el Paseo. Que no se arrepentía de lo hecho, y que, sin ningún género de dudas, aunque con ello se jugara el puesto, cuantas veces lo mandaran, volvería a hacerlo”. Como quiera que, además de ver a “Morgón” en su contestación tan firme y resuelto, los serenos, lejos de intimidar, exaltaban mucho más a los gamberros, el alcalde tomó la sabia decisión de ponerle servicio todos los sanjuanes, pero sin uniforme, como sanjuanero, para que, además de hacer lo que de todas las maneras iba a hacer: dar las vueltas, condujera a los sanjuaneros durante el peregrinaje hacia la Plaza de España, con su infinito y contagioso amor a estas benditas fiestas, a paso ligero. Y a partir de aquel año, y hasta que se hizo la circunvalación, gracias al entusiasmo de este gran sanjuanero, los najerinos la gozamos como enanos en San Juan y San Pedro, sin dar motivos de cabreo, ni a alcaldes, ni a serenos, ni a viajantes, ni a camioneros.
“A mi bienamado padre, Benedicto, que está, con su mujer, mi Celineta del alma, en el Cielo”.