lunes, 23 de mayo de 2022

Un lombricero de pro.

Cuando el Najerilla era un río truchero, mi bienamado padre, Benedicto Hervías, antes de abrir el surtidor de gasolina que tenía junto al restaurante Las Pericas, o en ratos libres en los que yo le suplía, acudía a él, en época de pesca, con su sencilla caña de lombriz y una luminosa y eterna sonrisa, y, sin moverse del puente de San Juan de Ortega, cogía truchas hermosas. En una ocasión, el día que se abrió la pesca -siempre era en domingo-, en un brazo que una crecida había abierto a la altura de las mimbreras autóctonas, para las 8 de la mañana ya tenía el cupo completo. ¡Cuán feliz fue pescando en su amado río Najerilla!