lunes, 30 de diciembre de 2013

¡Hasta siempre, Amigo mío!


   Queridos Cantores. Tenía pensado colgar ahora mismo el cartel que mi querida Amiga Raquel me envió de la “San Silvestre”, pero me acabo de enterar de que se ha muerto mi querido Amigo Guzmán, y quiero colgarle un artículo que le escribí hace tiempo, como pequeño Homenaje.    
 “MIS AVENTURAS CON GUZMÁN”.
    Y ya que les he hablado a ustedes de las diferentes cuadrillas por las que desde los catorce años fui pasando, les contaré en este relato algunas de las aventuras que viví con mi buen amigo Guzmán, hasta que el caprichoso destino nos dejó a cada uno por su lado. Siempre tuve muy claro que este entrañable amigo mío de mayor iba a ser mecánico, porque sin tener aún catorce años, se pasaba las horas en la Calle Peligro, desmontando y montando las bicicletas con las que subíamos a Hormilla a bailar en los chamizos; la “Lambretta” y el “Gordini” que su padre tenía en la cochera para ir a nuestras casas a dejarnos los culos totalmente agujereados (era practicante), y fabricando unos carros cojonudos, con ruedas de “Jané” que cogíamos de uno y otro lado. Mientras tuvo la bicicleta, fue el verdadero rey de los pedales, pues no había nadie en La Rioja que le metiera mano. Cruzaba cantidad de veces el viejo puente de tabla por el listón lateral que, para sujetar las tablas centrales, Lucerico había clavado, a pesar de medir solamente unos tres centímetros de ancho. Nos llevaba a todos los de la cuadrilla con una cuerda larga en carros remolcados (cuando tocaba subir o llanear no pasaba nada, pero cuando íbamos cuesta abajo, o venían curvas, como el carro corría más que la bici, e iba para donde quería, nos dábamos unas hostias de espanto). Andaba con la rueda delantera levantada cualquier distancia que le marcáramos, y bajaba con ella a Logroño, como si tal cosa,  a comprarnos los últimos discos que habían salido al mercado. Además de todo esto, participó en varias ocasiones en “La Vuelta Ciclista a La Rioja”, antes de abandonar el ciclismo, totalmente desilusionado. Cuando le compraron la moto de trial (una Montesa, creo que era), las hazañas fueron aún de mayor calado. Baste con decirles a ustedes, que de no haber tenido farolas el Puente de Piedra, sin ningún género de duda, por sus barandillas lo habría cruzado. Con esta moto, además de ponernos a todos los de la cuadrilla los pelos de punta viéndole subir y bajar por nuestros montes del modo más temerario, participó en bastantes campeonatos de trial, celebrados en el País Vasco. Y he de decirles, a renglón seguido, para que nadie pueda decir que por ser amigo mío el relato está falseado o adornado, que en ninguno de ellos se alzó con la victoria, por más que ello nos hubiese gustado. Después se compró una Bultaco “Metralla”, que sólo el verla nos causaba espanto. Esta moto era capaz de ponerse con una rueda, si al meterle la cuarta no soltabas el embrague con mucho cuidado. Tanto era así, que a pesar de ser él un motorista avezado, en una ocasión, cuando se le gripó yendo a toda leche por los caminos que conducían a Haro, se pegó semejante hostia con ella, que por poco se nos marcha al otro barrio. Finalmente, cuando su padre le dejó coger el “Gordini”, nos llevaba por esas carreteras de Dios, a toda la velocidad que podía coger semejante cacharro (le llamaban el coche de las viudas), tomando todas las curvas de lado, sobre todo cuando nos subía a Valvanera, que terminábamos todos, además de mareados, con los pantalones mojados. ¡Cómo coño no nos habremos matado! Pero dejando aparte bicicletas, carros, Montesas, Bultacos y “Gordinis”, para que vean que no les mentí cuando al principio les dije que siempre tuve muy claro que el futuro de Guzmán era el de ser mecánico, he de decirles a ustedes, amigos lectores, poniéndole así fin al relato, que por más que su padre se empeñó en que aprobara el “ingreso”, para que pudiera hacer después el “bachillerato” (antes se llamaban así), para que hubiese podido ser arquitecto, médico o abogado, él, sabedor de que en esta ciudad quien no estudiaba trabajaba, jamás quiso aprobarlo. Y hoy, lejos de ser “un calamidad”, tal y como le pronosticaban entonces en nuestra ciudad a quien no estudiaba, Guzmán es un señor Industrial del Automóvil, además de un gran mecánico.