lunes, 4 de mayo de 2020

Un 1 de Mayo histórico.


El pasado 1 de Mayo os decía que los miembros de “la caravana de la alegría”, con la ayuda de un najerino que estuvo al acecho, habían logrado un documento verdaderamente histórico, a través de un vídeo único. Hoy quiero colgaros este mosaico que, aunque no es único, es, igualmente histórico, para agradecerles profundamente lo que durante estos casi dos meses de confinamiento han hecho por nosotros desfilando diariamente bajo nuestras ventanas y balcones. Porque ellos han sido el fanal que ha iluminado nuestro tenebroso camino; el bálsamo que ha aquietado nuestros atribulados corazones; la música que ha alimentado nuestros espíritus, y la esperanza que nos ha ayudado a sobrellevar esta especie de encarcelamiento. Jamás pensé que algo, en apariencia tan nimio, iba a significar tanto para nosotros. Pero así ha sido. Y lo ha sido en tal medida, que los vamos a echar muchísimo de menos. ¡Dios los bendiga a todos!
Texto leído el 1 de Mayo:
“Como todos los años, el 1 de Mayo nos convoca en este lugar para dar cumplimiento a una celebración que se inscribe en lo más genuino de las tradiciones najerinas: la proclamación de Fernando III El Santo como rey, en esta ciudad de Nájera. Este año, dadas las circunstancias extraordinarias, el pueblo en general no puede acudir a este acto, por lo cual, acudimos nosotros, en representación de todos los ciudadanos. Y en su nombre, y en el nuestro propio, gritamos: ¡Viva Nájera!”

Recuerdos de infancia.

Los jueves de mercado.
Aunque nosotros éramos ajenos a él por razones más que obvias, en aquellos maravillosos años en los que estamos centrados, había un acontecimiento que nos llamaba poderosamente la atención por las cantidades ingentes de forasteros que acudían a nuestra ciudad a pasar el día, negociando, comiendo y jugando. Era el archifamoso “jueves de mercado”. Recuerdo que cada jueves del año, muy de mañanita, aparecían por las callejuelas de nuestra ciudad unos coches  que a nosotros nos parecían de lo más extraño, conducidos por granjeros, labradores o ganaderos -no los distinguíamos-, que paulatinamente iban llegando a la Plaza del Mercado -quizá le pusieron así por desarrollarse allí este acto- y, una vez colocados de culo en los soportales, les levantaban una gran puerta que en la parte de atrás tenían -quizá eran tres en lugar de una: una muy grande, en la parte de arriba, y dos pequeñitas, en la parte de abajo- e iban sacando de ellos grandes cajas de madera atestadas de tetones -crías de marranos-, para vendérselos a buen precio a cualquiera de los muchísimos parroquianos que poco a poco allí se iban agolpando. Posiblemente se vendieran muchísimas cosas allí, como pimientos secos, azafrán o ajos, pero lo cierto es que el recuerdo que yo conservo es el de que los lechones eran los reyes indiscutibles del mercado. Después de haber estado toda la mañana negociando y cerrando tratos, unos y otros se dirigían en cuadrillas a las tascas, bares y restaurantes de la ciudad a tomarse unos vinos, departiendo ruidosamente, mientras los dueños de los establecimientos les preparaban el famoso cordero asado. Cuando se habían puesto de carne como “el Quico”, montaban ruidosas partidas de cartas y dominó, principalmente, consumiendo cafés, copas y puros a tutiplén, hasta dejar el aire completamente irrespirable, por las inmensas nubes de humo que se habían acumulado. Una vez terminadas estas disputadísimas partidas, y pagados todos los gastos, se dirigían al “trinquete de la Juana”, a participar -apostando, jugando o disfrutando- de los grandes desafíos de pelota que durante toda la tarde se iban montando. Al anochecer, más contentos que ”Chupín” -me imagino que unos más que otros-, iban yéndose cada cual a su pueblo, paladeando el buen sabor de boca que el “jueves de mercado” les había dejado. Esta tradición estaba tan arraigada en las gentes de los pueblos vecinos, que aun habiéndose extinguido el mercado, cantidad de cuadrillas seguían viniendo cada jueves a nuestra ciudad, a pasar la mañana y a comerse el cordero asado. Después de un larguísimo período de tiempo sin mercado, se comenzó a celebrar lo que hoy conocemos como “el jueves de mercadillo”, pero, con todos mis respetos, he de decirles a ustedes, que en este caso al menos, “sí fue mejor cualquiera tiempo pasado”.