lunes, 23 de marzo de 2015

ESCENAS POLÍTICAS IMAGINARIAS (O QUIZÁ NO TANTO) (6D)


 
El mayor guantazo dialéctico que ha recibido durante su larga presidencia Pedro Sanz se lo propinó el párroco de Arnedo, don Tomás Ramírez. Sucedió en el mes de septiembre de 2013, y fue a través de una carta que apareció publicada en la hojita parroquial que se reparte semanalmente para consumo de los feligreses. Lo que en esencia venía a criticar el sacerdote era la prepotencia con que se maneja quien ha llegado a creerse realmente que La Rioja es su cortijo y que las mayorías absolutas con las que ha ganado muchas elecciones le autorizan a ir dejando un reguero de meadas por toda la región para, al igual que hacen algunos animales, indicar a los restantes machos de la manada que este territorio es suyo y que aquí sólo manda él.
Esta metáfora mingitoria evoca lo sucedido en cierta localidad gobernada por un alcalde popular de esos que comen a dos carrillos de la mano de Sanz. El presidente había ido a inaugurar el nuevo Ayuntamiento del pueblo, y al final acabaron él, el alcalde y sus acompañantes, de celebración en la bodega. Después de meterse al cuerpo, entre todos, varios kilos de chuletas y de libar sus buenos tragazos de vino, creyendo ingenuamente que se hallaba rodeado solo de amigotes de su misma cuerda ideológica, el primer mandatario riojano se permitió hacer varias alusiones humorísticas a sus atributos varoniles y a las carencias testiculares de algunos de sus adversarios políticos. La fanfarronada de Sanz se extendió como la pólvora por todo el pueblo y provocó que alguien pegara de madrugada, en la puerta del nuevo Consistorio, una cuartilla que decía así: «Aquí mismo, después de inaugurar este edificio, se ha sacado la chorra y nos ha orinado encima el presidente del Gobierno de La Rioja. De paso, y aprovechando que ya la tenía fuera del pantalón, ha pretendido igualmente darnos por el culo a quienes no somos de su partido, no le reímos las gracias y no le besamos los pies. Pues sepa el señor presidente que hay que tenerla muy dura y muy bien puesta para intentar jodernos al mismo tiempo a tantos riojanos que no comulgamos con sus ideas. Lamentablemente para él, en cuestiones referidas a durezas y tamaños lo suyo no puede compararse con lo de Nacho Vidal o Rocco Siffredi. En ese tema, el señor presidente sólo está a la altura del más insignificante  pigmeo africano». 
Esto era también, adecuando convenientemente las comparaciones, lo que intentaba transmitirle, con palabras menos agrestes, más civilizadas y desprovistas de salpicones de testosterona, el párroco Ramírez al político bocazas y gustoso de chapotear en ruines fangos bodegueros y en otros igual de poco recomendables. Don Tomás se remontaba al año 2003 para relatar en la hoja parroquial que, cuando se inauguró la reforma de la residencia de ancianos de Arnedo, el presidente del Gobierno riojano se negó a darle la mano. El párroco le pidió explicaciones por su actitud, pero Sanz le contestó despectivamente argumentando que «no llevaba sotana, como los curas buenos, y que se metía en política». Con esa curiosa respuesta, Sanz dividía al clero en dos grupos: con sotana e inofensivos, y sin sotana y muy críticos con algunos dirigentes políticos, en concreto con él. El presidente no debía dominar por entonces la terminología eclesiástica, y seguramente el reproche que le hacía a don Tomás Ramírez no era tanto que no llevara sotana sino que no fuera vestido inequívocamente de cura, con traje oscuro y alzacuellos, al modo en que lo hacen el obispo Omella o don Justo García Turza. Sin embargo, lo que más le sublevaba a Sanz era la actitud levantisca y poco complaciente del párroco arnedano con determinados abusos suyos y su falta de limpieza democrática. Por eso se la tenía jurada.
  - Y se negó a darme la mano, ya ve usted. Y cuando le pregunté que por qué me hacía eso me dijo que yo no llevaba sotana como los curas buenos y que además me metía en política. Sí, señor obispo, eso es lo que me dijo el presidente Sanz hace diez años, poniendo cara de mucho desprecio. Entonces, como parece que sigue en las mismas, fue cuando escribí mi carta y expliqué que mientras yo estuviera a cargo de la comunidad cristiana de Arnedo él no sería bien recibido en nuestra  parroquia si persistía en negarme el saludo.
Alguien debió hacer llegar un discreto mensaje al sacerdote, rogándole que tratara de moderar sus críticas y que no echara más leña al fuego, mientras el obispo se las tenía que ver con la patata caliente que le había caído encima. Don Juan José pensaba que no había que arrojar más paletadas de estiércol sobre Pedro Sanz. ¡Pobre hombre! Al fin y al cabo, lo que había hecho el cura montanúmeros tampoco es que fuera, precisamente, un ejemplo de prudencia, tacto y mano izquierda. De hecho, el párroco podía aparecer a los ojos de muchos feligreses como un acusica que no había tenido inconveniente en propagar a los cuatro vientos sus desavenencias personales con el presidente, dejando a éste a los pies de los caballos. Por esa razón, opinaba el prelado, lo que procedía hacer urgentemente era «poner la otra mejilla», como recomendaba el propio Cristo, en lugar de enviscarse en dimes y diretes tan poco edificantes.
Para entonces Pedro Sanz ya había largado también como una cotorra, con la chulería y arrogancia habituales en él, anunciando que seguiría yendo a la iglesia de Arnedo, y a todas las iglesias que le saliera del moño, y cuando le diera la gana, faltaría más. Todo ello sin hacer la menor autocrítica sobre sus actitudes pasadas y dejando muy claro lo que le importaban las palabras del párroco.
El caso es que la historia de su rifirrafe con don Tomás Ramírez resultó en su día tan cochambrosa, tan corta de vuelo y escasa de asideros que ahora el presidente Sanz no sabe bien cómo enhebrar una versión más o menos apañada que no lo deje en ridículo y le ponga en evidencia ante su anfitrión, el cardenal Martínez Somalo, quien por su parte aguarda la respuesta de su invitado con mirada expectante y un rictus que se está volviendo irónico por momentos.

Sempronio Graco                                                                        Continuará