martes, 12 de mayo de 2020

Recuerdos de infancia.

El Día del Domund.
Como ya ha quedado dicho en repetidas ocasiones, y aun yendo en contra mía -podría presumir perfectamente de haber sido un niño modelo-, de pequeño tenías que buscarte la vida como podías -explotabas hasta los accidentes para ello, como se verá en otro artículo-, y el “Día del Domund” era una ocasión propicia para hacerlo. Recuerdo que ese día salíamos a pedir por las calles najerinas -para los negritos de África, nos decían- un montón de niños; unos, con aquellas huchas de la cabeza de un negro, y otros, con unos saquitos de tela blancos, con la noble intención de ganarnos un trocito de cielo, recaudando mucho dinero para que nuestros Misioneros lo repartieran entre los niños negros, convertido en medicinas y alimentos. A pesar de nuestras buenas intenciones, en cuanto teníamos unas pocas monedas dentro -yo siempre elegía para pedir el saquito de tela blanco, porque quitarle el corcho a la cabeza del negro era muy costoso-, nos metíamos en cualquier portal y, completamente atemorizados por si alguien nos pillaba, hacíamos un justo reparto del dinero, no fuera a ser que ellos tuvieran mucho -los negritos- y ni una puñetera peseta nosotros. Algunos, -por muy cruel que me parezca al escribirlo-, para no tener ninguna relación con los frailes, salían de sus casas ya con los saquitos de tela blancos que ellos mismos se habían hecho. Al final de la jornada, todos quedábamos contentos, porque gracias a la generosidad de los najerinos de entonces, huchas, sacos y bolsillos terminaban llenos, solucionándonos por una temporadita el problema del sustento.
Operación cartón.
Al hilo de lo anteriormente escrito, recuerdo que en una ocasión se llevó a cabo en nuestra ciudad lo que dio en llamarse “operación cartón”, y que consistía fundamentalmente en que todos los niños de Nájera fuéramos de tienda en tienda solicitando las cajas de cartón que tuvieran vacías para llevarlas a las escuelas del mercado -estaban ya abandonadas- e ir amontonándolas allí, bien plegaditas, para venderlas a favor de no sé qué misión. No recuerdo muy bien si fueron los curas de nuestra ciudad los responsables de esta “operación” -creo que sí-, pero recuerdo como si fuera ahora mismo la increíble algazara que preparamos durante unos días toda la chiquillería de Nájera mientras transportábamos los cartones recogidos atropelladamente en las tiendas, con cojinetes, cochecitos de niños, carritos, bicicletas, carretillas… y hasta arrastrándolos por el suelo atados a unas cuerdas, hasta llenar todas y cada una de las aulas de la vieja escuela, desbordando totalmente toda expectación. Yo no recuerdo acto alguno en el que haya habido nunca tanta participación, tanta algarabía y tanta ilusión, como en aquella maravillosa y olvidada por casi todos, me temo, “Operación cartón”, ¡Quede, pues, inmortalizada por siempre en esta humilde crónica que hacemos posible ustedes y yo, ocupando un lugar de honor!