martes, 7 de enero de 2014

Jamás creí que llegara usted tan lejos.


  Señorita alcaldesa. He de confesarle públicamente, que a pesar de creerla capaz de dejar que cierren todas las industrias de la ciudad y de que se mueran de asco todas las tiendas, restaurantes y bares, sin inmutarse, jamás creí que fuera capaz de no mandar arreglar el reloj de la Estación de Autobuses. Aunque soy profano en la materia, me imagino que se paró en uno de los muchos apagones que sufrimos en nuestra ciudad últimamente, y que el reloj dispone de un mecanismo para ponerlo en marcha inmediatamente. Mecanismo que tiene un tiempo de duración equis, y que en pasándose ese tiempo, si no ha sido activado, toda la maquinaria queda inútil. –Corríjanme los entendidos si no estoy en lo cierto.- Me gustaría que me explicara usted cómo puedo creerla cuando les promete a los najerinos el oro y el moro para conseguir sus votos, si no es capaz de hacer algo tan simple como arreglar un reloj, teniendo, como tiene, a dos liberados en el Ayuntamiento, que nos cuestan veintidós millones de las antiguas pesetas al año, incluyendo su sueldo. Quizá crea usted que el tema del reloj es una nimiedad –pijada, en castellano-, pero es un tema muy importante, ya que además de despistarnos a todos nosotros, despista también a los viajeros que cruzan nuestra ciudad en autobús, dejándonos en muy mal lugar a los najerinos. Ya sé que esto a usted se la trae al pairo. Pero si su desidia, ineptitud o dejadez me obligaran a recordárselo otra vez, le prometo que lo haré con un lenguaje mucho menos correcto.