martes, 14 de octubre de 2014

Cuarenta años.


     Los ha cumplido en estos días la orquesta de laúdes La Orden de la Terraza, que lo celebró el pasado sábado 13 de septiembre con un gran concierto en Santa María la Real al que asistió medio Nájera y en el que brillaron por su ausencia la alcaldesa Marta Martínez  y la senadora Francisca Mendiola. No estamos hablando de una rondallita de tres al cuarto, compuesta por una docena de aficionados que tocan de lástima, por números o de oído, rascando las cuerdas con una de esas púas de plástico tan duras que provocan agujetas en los dedos. Ni de los integrantes de un soñoliento grupo de jubilados que se reúnen los jueves para interpretar ‘El sitio de Zaragoza’ y fingir los cañonazos franceses reventando unas grasientas bolsas de papel de las que se utilizan para meter pastas y mantecados. Ni tampoco de unos antiguos tunos que se dan cita una vez al mes en una sociedad gastronómica para comer y beber hasta las trancas, antes de que les venza la nostalgia y evoquen los tiempos en que perpetraban ‘Carrascosa’, ‘El árabe’ o la recurrente ‘Clavelitos’: canciones que intentan recuperar ahora, cuando tienen el colesterol por las nubes, los dedos con artrosis y unas descomunales barrigas que les impiden verse  las puntas de los pies. La Orden de la Terraza fue en sus inicios una de tantas agrupaciones de plectro condenadas a la mediocridad, y ejecutaba una música sencilla, compuesta para formaciones no específicamente laudísticas. Posteriormente, con Ramón Hervías de director, sus integrantes se atrevieron con la suite nº 2 en sí menor, de Bach, o con Vivaldi, cuyo ‘Concierto en re mayor para dos mandolinas y orquesta’ marcó un claro punto de inflexión en su trayectoria. Luego se acometieron piezas como ‘La danza del molinero’, de Falla, o ‘Diferencias sobre el canto llano del caballero’, del vihuelista del siglo XVI Antonio Cabezón, versión con la que el grupo logró un empaste de sonido y una pureza de ejecución que ya anunciaban la calidad que alcanzaría una década más tarde. Hace años que La Orden de la Terraza dejó de ser aquella formación que creamos en 1974, con más ilusión y ganas que conocimientos musicales, unos  ingenuos diletantes. Ahora es una verdadera orquesta formada sobre todo por jóvenes con una sólida base teórica y un amplio dominio de la técnica de los instrumentos que conforman la familia del laúd. Pero no se trata sólo de jóvenes. También tienen sitio en ella un indomable sexagenario, o un padre cincuentón junto a su hija de veinticuatro años. Y un matrimonio en el que ella, pasada con creces la treintena y por acompañarle a él, aprendió música y a tañer el laúd tenor, recibiendo clases  por espacio de más de cinco años.  Bajo la actual dirección del gran Carlos Blanco, profesor del Conservatorio de Logroño, guitarrista, musicólogo y compositor, La Orden de la Terraza, tanto en su formato orquestal de treinta músicos, o como quinteto, ha logrado encaramarse hasta el pináculo de la excelencia, convertida en una formación apreciada y respetada en los círculos más exigentes de la elite mundial del plectro. Ha grabado hasta la fecha cinco CDs, tres con la orquesta y dos con el quinteto, y los seguidores de Radio Clásica de RNE tienen ocasión de escuchar a menudo, entre otras, su magnífica versión de ‘La oración del torero’, la pieza que Joaquín Turina compuso en 1925 para el cuarteto Aguilar de laúdes, o la emocionante ‘Canción del otoño japonés’, de quien fue amigo y valedor de La Orden, Yasuo Kuwahara. Las giras de conciertos la han llevado hasta Rusia, Japón, Canadá, Francia, Suiza, Alemania, Austria y Hungría. En Colombia el quinteto tocó en directo durante el noticiario más visto del país, y luego, gracias a esa popularidad instantánea que sólo da la televisión, fueron recibidos en loor de multitudes en todas las ciudades donde acudieron a tocar.  La orquesta estrena con frecuencia obras originales para plectro de autores como Fabio Gallucci (Italia), Héctor Molina (Venezuela), Andrei Byzov (Rusia) o Eduardo Maestre (España). Entre ellas hay algunas que han sido compuestas ex profeso para La Orden, como ‘Malambo’, de José Manuel Expósito, o ‘Tracerías’, de su propio director, Carlos Blanco. En el concierto-aniversario del pasado 13 de septiembre se daba una circunstancia singular. Habíamos sido invitados a acompañar a los treinta integrantes actuales de la orquesta todos los que, en uno u otro momento de su historia, hemos formado parte de la misma,  interpretando con ellos la última pieza del repertorio. No se sabe qué inaplazables compromisos impidieron a la alcaldesa acudir en representación de todos sus conciudadanos a una cita que, por su propio carácter, era única e irrepetible. El tiempo que doña Marta no encontró para estar junto a la orquesta de su ciudad en la celebración de sus cuarenta años de vida le sobró para ir a ver, dos horas después, al grupo Los Secretos y hacerse unas fotos con ellos ensayando monerías todo el rato. Podía haber asistido a ambas actuaciones y quedar como una señora, pero prefirió desairar a los suyos y poner esa noche, a pie de página, una rúbrica miserable  y gamberra. Lo mismo reza para la intrépida senadora Francisca Mendiola, que parece la delegada de su partido para fiestas, ferias, misas mayores, mercados y romerías. Es un misterio lo que hace durante la semana en el Senado, pero en La Rioja no hay sarao, cuchipanda ni celebración tumultuosa que no cuente con su presencia. Tampoco pudo sacar una hora la dicharachera Paquita, ¡vaya por Dios!, para revelarse en carne mortal a los najerinos en el impresionante concierto de La Orden de la Terraza. En cambio, al igual que su compañera Marta, no tuvo remilgos a la hora de dejarse fotografiar con los Secretos. Esta es la oxidada sensibilidad que muestran algunos de los atolondrados políticos que nos gobiernan (mal) y representan (peor).
Demetrio Guinea.